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El Telégrafo
Fander Falconí

La ruta del jengibre

25 de junio de 2014

Pensábamos que lo ideal sería que todos consuman alimentos nutritivos y curativos. Parece que no es así. Depende de dónde se produce.

Sirva de ejemplo el jengibre (alimento y medicina de primera) y establezcamos un escenario exagerado. Aunque una buena variedad se cultiva en Perú, supongamos que solo se cultivara buen jengibre en China. Luego de cosechar este tallo subterráneo, se envía en camión hasta un puerto del sur de China, quizá Cantón. De allí se traslada en barco hasta Guayaquil. Llega en camión hasta el mercado mayorista de Quito, y en camioneta hasta el mercado de su barrio. No solo se ha encarecido su precio, sino que ha aumentado la contaminación del planeta por las emisiones que provoca el transporte. El producto, que no es elaborado y debería costar menos, resultaría más costoso que otro producto elaborado, quizá dañino para la salud y que contiene más calorías.

La agricultura moderna requiere cada vez más energía fósil mediante el proceso de transporte. Pero también demanda cada vez más insumos de energía (fertilizantes fosfatados, nitrogenados y potásicos, pesticidas químicos, riego mecanizado, maquinaria, tractores, etc.) para producir alimentos, como se aprecia en forma sistemática en todas las regiones del mundo. Esto significa, a su vez, mayores requerimientos de recursos naturales, como el agua.

Esta tendencia se observa desde la revolución industrial, pues la energía proveniente del sol -que permite la fotosíntesis de las plantas- fue reemplazada en forma paulatina por la energía fósil, que es cada vez más costosa en términos económicos, sociales y ambientales.

A esto se suma la creciente dependencia alimentaria (la participación que tienen las importaciones de alimentos, en el abastecimiento interno del país) o la pérdida de autosuficiencia alimentaria. Esto significa un costo económico por la salida de divisas para satisfacer las importaciones, y un gasto energético e impacto ambiental, debido al considerable uso de energía fósil y mayores emisiones de carbono por el transporte.

Con base en la información de la FAO de Naciones Unidas, la autosuficiencia alimentaria se ha deteriorado en forma evidente. Entre 1961 y 2009 (último dato disponible), la dependencia alimentaria (la relación entre el volumen de importaciones de alimentos respecto al consumo interno de alimentos) de cereales (trigo, arroz, cebada, maíz, centeno, avena, mijo, sorgo) aumentó en América del Sur del 12% al 23%, en Colombia del 17% al 58%, en Chile del 8% al 45%, en Ecuador del 11% al 36%, en México del 1% al 32%, en Uruguay del 2% al 18%.

¿Y qué ocurre cuando el jengibre llega a los grandes supermercados? Lo envolvemos en bolsas de plástico, hechas con petróleo y sus derivados, que son muy contaminantes por su largo período de degradación.

Aparentemente la solución para abaratar el costo de los alimentos sanos, nutritivos y hasta curativos, y para contribuir a la limpieza de la Tierra, sería producirlos en forma local. No se trata de defender un modo arcaico de producción, sino de comprender estas realidades; en particular cuando hay debates alrededor de políticas asociadas a precios, subsidios, estímulos a la producción agrícola o apertura comercial indiscriminada mediante tratados de libre comercio.

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