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El Telégrafo

La revolución de Esmeraldas (2)

24 de octubre de 2013

Lubricada la conversación por unos generosos tragos de whisky, don Jorge continúa con su confidencia histórica:

Debo precisar que mi primo Enrique era un curioso tipo de militar, parecido a uno de esos “coroneles” brasileños, que en realidad son caciques políticos locales con grado militar. Había combatido por la Revolución Liberal y hasta fue edecán de Alfaro, pero al poco tiempo se retiró con el grado de coronel, para hacerse cargo del ingenio de azúcar de su familia. En 1910 reingresó al ejército, como jefe del batallón Milagro, formado por peones de su ingenio, ante la amenaza de guerra con el Perú. Y en 1912 intervino con su peonada en la guerra civil, apoyando al ejército gubernamental que dirigía el general Plaza.

En pago a ese respaldo, Plaza, apenas posesionado de nuevo como Presidente, decretó en 1912 la cantonización de Milagro y nombró a Enrique Valdez como Jefe Político. Al año siguiente, cuando su tío Carlos se alzó en Esmeraldas, Enrique Valdez se puso al lado del gobierno y acudió al norte de Manabí, con su batallón Milagro, para barrer con las guerrillas de Concha que había en la región. En gratitud, Plaza lo designó Subjefe del Estado Mayor del Ejército.

El relato del doctor Pérez Concha es conmovedor, pero hay cabos que quedan sueltos. Todo muestra, le digo, que Enrique Valdez era un poderoso socio político del general Leonidas Plaza. ¿Hacía falta un chantaje para que él fuera a Esmeraldas, si ya se había revelado enemigo de su tío Carlos y de la revolución esmeraldeña?
Ese es un enigma de la historia, me responde don Jorge, y agrega: Quizá alguien tuvo miedo de que las fuerzas de tío y sobrino llegaran finalmente a unirse y dieran al traste con el gobierno de Plaza. Por eso decidieron empujar a Enrique para que fuera con sus tropas a Esmeraldas, a sacarles las castañas del fuego.

Y el mismo Enrique parece que se creyó el cuento de que era insustituible “porque solo un Concha podía sacar a otro Concha de las selvas de Esmeraldas”. Terrible y fatal error el suyo, porque así traicionaba, por intereses crematísticos, al tío que lo había ayudado y sostenido cuando estudiaba en el exterior, concluye el embajador.

Llegados a este punto, suelto finalmente la otra pregunta sensible: ¿Por qué Enrique Valdez, en el combate de Camarones, no fue apresado sino muerto por los rebeldes? Según sé, la muerte de Enrique fue un hecho determinado por la fiereza del combate, dice el historiador y diplomático, que luego se queda en silencio. Y yo hallo que ya es hora de terminar con estas preguntas que han tocado el alma de mi interlocutor, por lo que agradezco su invitación y me retiro, gratamente sorprendido de su honestidad intelectual.

Tiempo después, vuelto ya al Ecuador, don Jorge me hace llegar una valiosa documentación sobre ese conflicto, incluido el juicio seguido a Carlos Concha tras su captura. En este, el líder revolucionario se declaró jefe y principal responsable de esa guerra y afirmó que no podía determinar quién fue el autor del disparo que tumbó a Enrique Valdez, pero que sabía “que el coronel Valdez fue uno de los primeros que murió en la acción de Camarones, por cuanto iba a la vanguardia”.

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