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El Telégrafo

La razón (I)

27 de mayo de 2013

La razón convirtió el diálogo, el intelecto y la retórica en la base para el desarrollo armónico de las relaciones humanas y es vista como una expresión privilegiada y privativa del hombre. La razón, mediante el método de causa y efecto, encuentra respuestas que ella misma acepta si son valederas.

Para Aristóteles, la Verdad puede ser encontrada por el pensamiento puro sin recurrir a la observación, pues la deducción discurre desde premisas dictadas previamente por la razón, y una inferencia es válida si  no es posible obtener conclusiones falsas a partir de premisas verdaderas. Esta forma de razonar, ampliamente empleada en las universidades del medioevo y llamada silogismo aristotélico, fue rota por Descartes con su Discurso del método.   

Puesto que el universo se transforma continuamente y a cada instante, Hegel propuso la dialéctica, un sistema en el cual una cosa es lo que es y lo que no es, pues todo cambia para devenir en su contrario, aunque este cambio no se note porque la imaginación capta la identidad, pero no lo más importante, que es la transición.

Esta observación nació de la razón inductiva de Bacon, método de razonar que permite llegar con cierto grado de certeza, pocas veces absoluta, a conclusiones válidas y cuyos resultados van de lo particular a lo general, sin excluir la deducción aristotélica. En la inducción, cada fenómeno que se descubre debe ser verificado por la práctica, aunque no siempre se cumpla rigurosamente.  

El deductivo es otro método para razonar, el mismo consiste en que la verdad se infiere a partir de un conjunto finito de premisas llamadas axiomas. Un axioma es algo indiscutible, no necesariamente verdadero, que no necesita ser demostrado puesto que no es deducible de otro axioma o de un conjunto de axiomas. Razonando con axiomas se debe revelar cualquier parte del conocimiento humano. Falta por saber si existen afirmaciones que no pueden ser probadas o demostradas falsas.

En 1920 Hilbert propuso investigar si la ciencia deviene de un conjunto finito de axiomas y si se puede probar que este sistema axiomático es consistente, completo e independiente. Lo primero significa que sobre la base de ellos no se puede demostrar al mismo tiempo la veracidad y la falsedad de una proposición; lo segundo, que en este sistema están todos los axiomas necesarios para demostrar la veracidad o la falsedad de cualquier proposición; lo tercero, que ningún axioma puede ser deducido de los demás, caso contrario se trata de un teorema y deja de ser axioma.

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