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El Telégrafo

La prioridad del Ecuador es otra

30 de junio de 2013

La relación con EE.UU. no puede estar marcada exclusivamente por el comercio. En cualquier relación estatal y entre naciones la lógica de los negocios privados puede ser importante, pero no la fundamental. Si bien constituye un factor de integración y acompañamiento a la solución de nuestras necesidades -por las lógicas que impone la geografía-, las relaciones diplomáticas deben ir mucho más allá.

Quizá para quienes han sido colonizados cultural y mentalmente, EE.UU. es un paradigma, un lugar de llegada y hasta de realizaciones individuales. Y está bien. Otros hacen lo mismo con Europa y también hay quienes se inclinan por el mundo asiático. Lo que no está bien es que tengamos siempre que someternos a esa invasión política cada vez que Washington patalea por sus errores, como el de espiar a todo el mundo y ahora culparnos de querer recibir a quien denuncia tremenda barbaridad.

Con la cultura estadounidense nos deberían unir muchas cosas y amplificar inmensos campos de colaboración. Y ahí deberíamos hablar de otro tipo de relación. Incluso en el campo científico nadie puede dudar del desarrollo “gringo”, pero de él no somos precisamente los principales beneficiarios.

En la práctica, EE.UU. lucha por sostener su hegemonía militar porque tiene un aparato industrial que se alimenta de guerras en el exterior. Para eso necesita un Estado “protector” (de sus negocios) y con él hace del planeta un escenario de combate donde el espionaje juega un rol vital.

Por eso se entiende el rechazo a la posibilidad de que un ciudadano estadounidense reciba asilo de un pequeño país por denunciar la violación a la Constitución y a los derechos humanos fundamentales de toda la humanidad. Y, en consecuencia, el rechazo se va por el lado de la mejor herramienta que tienen en su lógica: el comercio. La amenaza de no otorgar preferencias arancelarias solo revela a una hegemonía en crisis y a una lógica política donde no existen principios de soberanía, autodeterminación y menos de independencia.

La prioridad del Ecuador es otra: salir de la pobreza y conquistar el Buen Vivir. Y para ello hace falta apuntalar dos discusiones: ¿Qué hacemos con el Yasuní-ITT? Y, ¿cómo desatamos aceleradamente el cambio de la matriz productiva con todas nuestras capacidades y, por qué no, la colaboración de naciones como EE.UU.?

Si al Ecuador lo han colocado en el escenario de disputa hegemónica mundial no ha sido precisamente porque haya lanzado una ofensiva militar o colocado bases en los cinco continentes. Ha sido simple y llanamente porque dos ciudadanos extranjeros han solicitado asilo y porque el Gobierno en un caso aceptó y en el segundo está analizando su concesión. ¿Ese es un gran pecado? ¿No otorga EE.UU. asilo a banqueros corruptos y a periodistas sentenciados del Ecuador? ¿Cuál es la diferencia?

Por lo mismo, en la práctica, todos estos asuntos nos distraen de nuestra prioridad fundamental, planteada líneas arriba. Sin embargo, existen países -algunos muy cercanos al nuestro- en donde sí  se arrinconan principios y doctrinas propias por garantizar negocios y el comercio bajo la imposición imperial.

¿Cómo se entiende que países tradicionalmente reconocidos como receptores de asilo político por sus principios (México, Francia, España o Inglaterra) no sean considerados para ello? ¿México perdería el TLC el día que otorgue asilo a un Julian Assange o a un Edward Snowden?
El cambio de época convoca a estas reflexiones, más allá de los dolores de cabeza que tienen los empresarios por someterse a la lógica del mercado impuesta por un solo país y una sola ideología.

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