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El Telégrafo

La Porta Pía

03 de octubre de 2013

Es una puerta de la antigua Muralla Aureliana en Roma, edificada por el Papa Pío IV, de quien le viene el nombre, y su diseño original lo hizo Miguel Ángel. Fue a través de una brecha en el muro cercano a este lugar, realizada por fuego de artillería, por donde el 20 de septiembre de 1870 entraron a Roma los soldados Bersaglieri para completar la Unificación de Italia. De esta manera las fuerzas patrióticas italianas y los “camisas rojas” garibaldinos acabaron con el último reducto de las fuerzas del Vaticano aliadas al Imperio Francés.

Ese día significó la caída definitiva del poder temporal del papado y de sus regímenes políticos de “derecho divino”  que había sido combatido por los célebres: Massini, Cavour y, sobre todo, José Garibaldi.

Simbólicamente es una fecha de coincidencia equinoccial que pasó a significar el día de una gran derrota del dogmatismo, del oscurantismo  y  marcó la esperanza del renacimiento de la Luz que representa el triunfo de la razón y de la libertad de conciencia. Y es la fecha designada para celebrar el Día del libre pensamiento.

Y hablamos de libertad como una de las más altas gracias que un ser humano  puede poseer, pues si bien en el aspecto político comprende derechos inalienables como: la libertad de expresión, de reunión, de asociación, de culto, de  circulación; en el ámbito personal, siendo más restringido, alcanza una magnitud superior. De esta manera somos libres cuando nada que no hayamos deseado nos ata. Los hombres libres y de buenas costumbres no cambiamos nuestra opinión ante una botella de licor o una dosis de droga. No cedemos ante un soborno, ni dependemos del halago o el dinero para prostituir nuestras ideas.

De igual forma necesitamos de igualdad que es hermana de la libertad. No cabe libertad sin igualdad pues caeríamos en el sofisma de la “libertad” del fuerte para imponerse al débil. Pero la igualdad no implica que todos seamos iguales. La igualdad radica en que todos tengamos derecho  a coronar nuestros objetivos con la misma dosis de esfuerzo. De esa manera si se igualan el obrero y el empresario en la búsqueda y consecución de sus metas y que una vez coronadas, sus hijos siguieran gozando de parecidas oportunidades. Parece utopía, pero dejará de serlo cuando la hagamos realidad mediante la fraternidad.

La fraternidad es la principal misión de los seres humanos. En la medida que ayudamos a otros, nos ayudamos  a nosotros mismos en nuestro propósito de ser mejores, pues: “Lo que hacemos, nos hace” o, como dice el Evangelio: “Hay más felicidad en dar que en recibir”.

De las varias manifestaciones de la libertad, la libertad de pensamiento y la de expresarlo son indispensables para el crecimiento intelectual y moral del ser humano, porque permiten echar a volar la imaginación y desarrollar la inteligencia  (origen de toda creación humana) y nos ayudan a superar los preconceptos y el dogmatismo, a comprender que la verdad surge de la discusión y del intercambio de ideas, que la comprensión es la base de la tolerancia.

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