El 9 de mayo de 1945 terminó la II Guerra Mundial, conflagración que se desarrolló en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más decisivas batallas, que significaron el viraje radical de la guerra, y que resquebrajaron la espina dorsal de las Fuerzas Armadas de la Alemania nazi, tal vez las más poderosas de la historia.
Esta fecha es sagrada para Rusia porque, para lograr la victoria, se inmolaron 27 millones de sus hijos, 60 millones quedaron mutilados y más del 30% de sus riquezas fueron destruidas. Es bueno recordar esto porque entonces, como ahora, el mal ejercía su poderío sin que aparentemente nadie fuera capaz de detenerlo; sin embargo, gracias al heroico sacrificio de todos los hombres libres, la humanidad se salvó de vivir bajo el yugo que Hitler planificó para mil años.
Hoy, 67 años después del Día de la Victoria, algo ya advertido por Eisenhower, la paz se encuentra amenazada por los sectores militaristas de los EE.UU., que gastan en armas más que el resto del planeta y obtienen pingües beneficios de las numerosas guerras que promueven.
Con una cara dura que supera todo cinismo conocido, dicen, como si los demás fuéramos imbéciles, que, para proteger a Europa de una hipotética amenaza iraní, deben instalar interceptores de misiles en Polonia y Rumania.
Para Rusia, esto posibilita que derriben sus misiles balísticos intercontinentales, lo que debilita su capacidad de disuasión nuclear y le otorga al agresor impunidad absoluta en el caso de una guerra.
El presidente Medvédev advirtió que ese escudo va a “crear condiciones para la confrontación y para una onerosa carrera armamentista” y que “los pasos unilaterales para desplegar un sistema de defensa antimisiles, sin tomar en cuenta el contexto internacional y los derechos legítimos de otros estados, inevitablemente suscitarán medidas de respuesta”; exige garantías legalmente vinculantes de que este sistema no será utilizado contra Rusia, pero los EE.UU. se niegan a satisfacer dicha demanda.
Por su parte, el general Makarov, jefe del Estado Mayor ruso, declaró que Rusia, si ve amenazada su seguridad, contempla la posibilidad de autorizar ataques preventivos para destruir este escudo y subrayó que de esa misión se encargarían los misiles “Iskander”, que se desplegarán oportunamente en Kalingrado.
Ojalá, Rusia y los EE.UU. lleguen a un acuerdo porque, según Einstein, no se sabe cómo será la III Guerra Mundial, pero que en la IV se combatirá con palos y piedras.