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El Telégrafo

La Pascua es permanente

27 de febrero de 2013

Los cristianos, dentro de unas semanas, vamos a celebrar nuestra Semana Mayor, es decir, la Semana Santa, donde recordamos y celebramos los últimos días de la vida de Jesucristo. La llamamos también la Pascua, o sea el paso para Jesús de la muerte a la resurrección. La maldad y la muerte no tuvieron razón de Él ni de su mensaje: su vida y su proyecto del Reino continúan. Buscamos entrar en esa Pascua. Buscamos también que la humanidad y el cosmos crezcan en este proceso de muerte y resurrección, porque eso es la ley de la vida. La Pascua, o sea, el paso de la muerte a la vida es permanente, para nosotros, para la humanidad y para el cosmos.

Nuestro cuerpo está compuesto de células que se renuevan continuamente: unas mueren mientras otras aparecen, o tal vez unas nuevas células aparecen porque otras mueren. Igual nuestra vida personal sigue este mismo proceso: para nacer, morimos a la vida intrauterina de nuestra madre. Luego “muere” el niño para que nazca el adolescente, el adolescente ceda el paso al joven, el joven al adulto y el adulto al anciano. Cuando morimos, la vida plena nos va abrazando y envolviendo más y más… La alimentación es un proceso de muerte y vida: destruimos los alimentos para que nos vivifiquen. De la misma manera la historia es el continuo morir y revivir: viejos proyectos dejan lugar a nuevos.

La “pascua”, el “éxodo”, el morir y el resucitar son permanentes. En este momento el Vaticano y la institución eclesial están colapsando y el Papa ha renunciado a librar batalla. Eso es necesario para que renazca una nueva manera institucionalizada de continuar proclamando el mensaje de Jesús y construyendo el proyecto espiritual y social del Reino que vino a inaugurar Jesús. Ya desde el Concilio -como también antes de él-, hace 50 años, nuevos modelos de iglesias se estaban desarrollando: la Iglesia-Pueblo de Dios y, en el caso en América Latina, la Iglesia de los Pobres, soñada por el papa Juan 23 que convocó el Concilio. Esta Iglesia de los Pobres nació de las Comunidades Eclesiales de Base, de grupos afines a ella y de la Teología de la Liberación. Mueren unas formas obsoletas de iglesias para que nazcan nuevas expresiones más adecuadas a las culturas actuales.

Prendamos una vela como lo haremos en la Vigilia pascual del Sábado de Gloria. Así manifestamos que, como la velita se destruye al dar luz, de la muerte surge la vida, la luz y un futuro mejor para nosotros, para la Iglesia y para la sociedad.

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