Publicidad

Ecuador, 23 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

La palabra en Paralelo Cero

13 de junio de 2012

La fiesta de la palabra se reprodujo la semana pasada a propósito del 4° Encuentro Internacional de Poesía en Paralelo Cero. Una amalgama de textos poéticos, leídos por sus propios autores/as, contando con la cómplice presencia de un público ávido de la ficción escrita.

Esta iniciativa fue posible, ante la incansable tarea gestada por Xavier Oquendo Troncoso; promotor del quehacer literario. Para el efecto, los vates compartieron un itinerario variado en Quito, Riobamba, Machachi, Sangolquí, Otavalo, Ibarra y Esmeraldas, con la finalidad de intervenir en recitales poéticos y, con ello, de transmitir esos códigos impresos en el blanco papel.

La poesía es esa huella latente de la existencia humana. La manera fidedigna de transgresión de los sentidos. El grito al unísono invocando a la belleza perenne. La oración necesaria al iniciar el día. La luz que permite transitar en medio de la desolación y la oscuridad. El alarido que anticipa la muerte. La pertinaz lluvia invocando al inevitable desamor.

Las letras que se juntan para hacer más llevadero el olvido. Los poetas son alquimistas que ofrendan su creación en un ritual que convoca a la desmitificación de los conceptos y a la plenitud de las metáforas. Son prestidigitadores del tiempo y de las cosas alucinantes. En su verbo se recoge la actitud del hombre febril y la eroticidad de la mujer anhelante de placer.

Las voces múltiples de la poética contemporánea se escucharon al unísono en un coro en donde los arcángeles se entremezclaron con duendecillos en el fragor de la medianoche. Con rabia femenina, Carmen Váscones revela: “Mi soledad/ es frágil ante el silencio/ mansa como la melancolía/ en mi negrura/ tierna/ como el ángel de la guarda/ que llevo/ dentro./ Tengo la tristeza más bella/ encerrada en las urnas de mis ojos”.  

Con aquel legado tzántzico, Humberto Vinueza nos comparte esta joya: “Y hay palabras-pulsación,/ pálpito y nube;/ firmamento y barro./ Palabras-fruto apetitoso/ y semilla de la urgencia y el vértigo./ Palabras-talismanes que no marran los presagios”.

La poesía aflora deteniendo las horas, mientras las ciudades acogen la madrugada con ese misterio que estremece hasta la médula del hombre mundano. La poesía esboza la geografía de los cuerpos henchidos en los humedales de la perdición. Los versos son el silbido del viento de junio, en donde nuestros danzantes andinos le rinden tributo al dios Sol, en un interminable baile que estremece las hondonadas de la pachamama.

Desde el alarido nostálgico, el poeta argentino Jorge Bocannera agrega: “viene despacio/ entra/ se arrodilla al borde de mi alma/ y junta los fragmentos de mi risa/ después… se vuela azul como la tarde”.

Y, como para cerrar este coctel de imágenes y de clamores solitarios, propago el fuego de la poetisa colombiana Catalina González Restrepo: “No me pidas sed/ no hagas camino con las llamas/ no juegues con las cenizas de la que soy/ no codicies mis huesos/ no me dejes el fantasma de la espera/ lejana no me ames”.

Contenido externo patrocinado