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El Telégrafo

La oportunidad de Obama

04 de diciembre de 2012

Dos votaciones recientes en la Asamblea General de la ONU desvelaron, una vez más, el cansancio general de los pueblos de este mundo con la política exterior estadounidense. La una concierne la inclusión del Estado palestino como miembro observador de las Naciones Unidas. La otra concierne el rechazo cuasi unánime de la comunidad internacional al bloqueo a Cuba. Este año, conforme a la costumbre instaurada desde 1991, 188 de las 193 naciones representadas en la ONU votaron en contra del embargo.

Llama la atención que la administración Obama, electa en 2008 y reelecta en 2012 sobre la plataforma del “cambio”, no haya podido dar los giros esperados con respecto a estas dos agendas. Resulta poco probable que el propio Obama sea un ferviente creyente en el bloqueo a la isla o en las políticas de Apartheid en contra de los palestinos.

Quizás haya que explicar este continuismo porque ambos tópicos, Cuba e Israel, movilizan los lobbies de política exterior más influyentes en EE.UU. Aipac, el poderoso lobby pro Israel, es un importante financista de las campañas electorales de la clase política en EE.UU. y un grupo que, además, ejerce una constante presión sobre medios de comunicación a través de políticas de acoso abiertamente intimidantes. El poderoso lobby cubano responde, por su lado, a intereses políticos y empresariales significativos, en particular en los Estados de Florida y New Jersey.

Pero Obama, al iniciar lo que será su último mandato, no tiene que volver a elegirse. Ganó en New Jersey y, más llamativamente, en Florida, donde su mensaje de cambio le hizo acreedor de dos victorias consecutivas. Hasta la comunidad cubana en Miami resulta cada vez menos favorable al embargo; muchos inmigrantes cubanos, sobre todo los más recientemente llegados, desean sanar las heridas del pasado, viajar, mandar remesas y ver sus familiares prosperar.

En cuanto a Israel, ha sido demostrado hasta la saciedad que el apoyo de Washington al colonialismo judío hace un gran daño a la política exterior de EE.UU.; en particular en sus relaciones con los países del Medio Oriente; alimentando fundamentalismos y antiamericanismos de toda índole.

Obama es un político pragmático. Tiene, por lo tanto, una gran oportunidad para cambiar las políticas más anacrónicas de Washington. Sus 332 votos electorales, frente a los 206 votos de Romney, le otorgan una legitimidad, al inicio de su segundo período, que le permite poner fin a los abusos más flagrantes (y condenados) de la política exterior de su país. De ello depende, en este incipiente siglo XXI, la credibilidad global de EE.UU.

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