Publicidad

Ecuador, 24 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

La Noche de los Lápices

14 de septiembre de 2012

Se conoce con este nombre los secuestros que realizaron los cuerpos represivos argentinos a diez estudiantes secundarios (seis jóvenes y cuatro jovencitas) la noche del 16 de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata. La mayoría de ellos militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) que era una rama del Peronismo Revolucionario. Esta agrupación había conseguido en el mes de septiembre de 1975 el otorgamiento del “boleto estudiantil”, que les permitía movilizarse en los buses con un descuento.

A pocos meses de haberse iniciado la dictadura, la Junta decide suspender este beneficio con el objetivo de detectar -mediante un trabajo de vigilancia- quiénes eran los líderes en los diferentes colegios. Los dictadores llamaban a los estudiantes “potenciales subversivos”. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y por la Policía de Buenos Aires, que era dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps.

Fueron llevados inicialmente al campo clandestino de Arana. Allí conocieron el hambre, el frío, las vejaciones. Los muchachos sabían que había llegado la noche cuando escuchaban los desgarradores gritos de sus compañeras mientras eran violadas. Frente a tanto sufrimiento, pedían reiteradamente que los mataran…

Posteriormente fueron llevados al Pozo de Banfield, al Pozo de Quilmes, que eran dos campos de concentración clandestinos. Luego los encerraron en el Polígono de Tiro de la Provincia de Buenos Aires. Mientras tanto, sus familiares y amigos recorrían juzgados y comisarías tratando de saber dónde se encontraban. ¿Estaban vivos? ¿Estaban muertos? ¿Se les podría dar -al menos- una sepultura digna? El terrorismo de Estado elaboró para estas angustiadas preguntas una respuesta cínica: “Un desaparecido es una incógnita. No tiene identidad. No está muerto ni vivo”.

La Noche de los Lápices fue un triste episodio entre miles. No obstante, es un ejemplo de la demencia de una dictadura que no tuvo límites. Nuestro respetuoso recuerdo para los fallecidos: Claudia Falcone, María Ciocchini, Daniel Racero, Horacio Úngaro, Francisco López, Claudio de Acha. Nuestro afecto y admiración para los sobrevivientes: Emilce Moler, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Pablo Díaz.

Hoy existen en Argentina miles de centros o agrupaciones juveniles que llevan los nombres de las víctimas. Probablemente lo que más les debe molestar a los secuestradores, torturadores, violadores y asesinos -de todas las latitudes- es que los lápices sigan escribiendo la palabra justicia sobre la palabra impunidad. Así lo demuestran las sentencias condenatorias a Videla, Bignone, Acosta, Astiz, García Tellada, Weber y otros genocidas argentinos.

Contenido externo patrocinado