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El Telégrafo

La muerte de Roldós

27 de agosto de 2013

Como documental, “La muerte de Roldós” es una seria realización fílmica que nos muestra un sórdido capítulo de nuestra historia reciente, con una partidocracia en plenitud de maniobra y una débil reacción del desaparecido Presidente, quien desperdició la brillante oportunidad de consolidarse llamando a consulta popular para dejar fuera de combate a los “patriarcas de la componenda”. A lo sumo puso en su sitio al “insolente recadero de la oligarquía”. La película crea conciencia de un supuesto magnicidio, con cabos sueltos que aún pueden ser investigados, pues el documento de la Texaco-Chevron de 1982, revelado recientemente, da cuenta de cómo mejoraron sus negocios e influencia en el nuevo gobierno, a raíz de la muerte de Roldós.

Cuando Jaime Galarza escribió “Quiénes mataron a Roldós”, hubo voces que se apresuraron a descalificar sus conclusiones. El tiempo le ha dado la razón y la película es el mejor desmentido para los que se escandalizaron. De esos escombros reaccionarios y represivos pretende levantarse la oposición mediática y politiquera que, en vez de chillar por sus privilegios y canonjías, debería explicar sus oscuras vinculaciones con el Plan Cóndor y las manos sangrientas de los violadores de derechos humanos.

Ahora la reacción se ha puesto de verde, como si entendiera a la Pachamama, acostumbrada a pensar en inglés y guardar en bancos suizos. Los empresarios madereros, los camaroneros que se tomaron por asalto nuestras playas, los depredadores nacionales y extranjeros creen llegada su oportunidad de menoscabar al Gobierno con el griterío de consulta popular, a la que en el fondo le tienen terror porque van nueve procesos que el Mashi Rafael les deja zapateros. Pura pantalla para ver si pescan alguna alcaldía.

La gente está conectada con su Mandatario a través de un diálogo permanente y su palabra tiene la virtud de la credibilidad que se asienta en el testimonio de los hechos.

El mundo capitalista está muy ocupado en conjurar su propia crisis y la iniciativa Yasuní-ITT requería  un mínimo de consecuencia y mea culpa de los contaminadores. Eso no se dio, pese al esfuerzo promocional por crear conciencia en un mundo sin conciencia.

Estamos entonces en el escenario alternativo que nos permitirá aprovechar nuestros recursos con un mínimo impacto ambiental y mitigación al más alto nivel tecnológico.

Los perros ladran, señal de que avanzamos.

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