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El Telégrafo

La mística de un “Lunes Sexy”

20 de septiembre de 2013

Soledad Buendía tuvo dos días de movimiento mediático. Entre su denuncia al diario Extra y la respuesta del Extra con un editorial, el debate entre la calidad periodística de poner cada lunes en portada a un mujer semidesnuda, rodeada de fotografías de crónicas que rayan en lo gore, pasando por la cosificación de la mujer y hasta preguntas concretas sobre la libertad de expresión, no trascendió el debate. No entró en el ciclo periodístico. No fue más que una mención presurosa en el pie de página de las redes sociales. Pero demuestra, eso sí, una profunda radicalización en lo que, desde el oficialismo, se demanda del periodismo. Y a su vez, pone en discusión, aunque sea de manera pasajera, lo que nuestro periodismo está dispuesto a ofrecer.    

Nuestra crónica roja deshumaniza la realidad, agrede la intimidad y
prioriza el morbo antes que la historia
Buendía acusó a una portada de una modelo colombiana en bikini de ser “sexista, discriminatoria, atentatoria contra los derechos de la mujer y que incita a la violencia de género”. A lo que el Extra respondió: “Grave acusación si tan solo se insinúa que el diario tiene la culpa de todos los males que ocurren en el país, donde el responsable no es quien cometa un delito, sino quien los publique (…)”. Después continuó haciendo referencias a Cuba, la inclusión del diario a la comunidad GLBT y una extraña apología a la belleza como factor conductor de su “Lunes Sexy”.

El diario Extra no se puede entender sin un contexto en el que se manejan. El contexto que lo construye y le da forma a su estructura, entre brochazos de erotismo/sensualidad/pornografía y la comercialización del morbo. No podemos culpar al diario Extra de todos los males que ocurren en el país, tampoco podemos culpar a los medios de poner tan baja la barra cultural de lo que transmite al televidente promedio (pero sí podemos), cuando es el mercado el que determina que es lo que la gente quiere consumir (que se distorsiona cuando la oferta solo alimenta mediocridad). Soledad Buendía, más allá de la bondad de sus intenciones, crea precedentes peligrosos para la línea que estamos dispuestos a cruzar en nombre de la libertad de expresión.

Lo que no puede escapar, dentro del contexto en el que se construye el diario Extra, es el tratamiento que damos a la crónica roja. Lo esencial de la crónica roja es mostrar una realidad para responder a esa realidad. Para cambiar esa realidad sangrienta. Nuestra crónica roja, ya sin la elocuencia narrativa que mistifica nuestra sensibilidad de la que habla Umberto Eco sobre la crónica policial del siglo XIX, deshumaniza la realidad, agrede la intimidad y prioriza el morbo antes que la historia. Buendía puede entrar en campos peligrosos, pero el Extra, ya hace mucho, ha olvidado por completo su razón periodística y su motivación social.

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