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El Telégrafo

La ludopatía del capital

14 de agosto de 2013

La ruleta empieza a girar y el jugador a sudar. Ha apostado todo su dinero al 8. Y no solo su dinero; allí está el pan de sus hijos, el préstamo que alguien le hiciera y otras cosas más. Sabe que se juega literalmente todo, pero confía en su suerte y en su errada interpretación de la ley de probabilidades. La ruleta se detiene y marca el 18. El alma del ludópata se desploma en el casino, pero su mente ya está pensando a quién pedir dinero, porque la próxima sí acertará con seguridad.

Con similar irresponsabilidad -y tal vez mucho peor, porque no solo juega con el futuro de una familia, sino con el de millones- pero con la misma emoción depredadora, el capital financiero especulador usa su dinero en apuestas de elevado riesgo para obtener un beneficio económico sin aportar ni comprometerse a nada.

Los capitalistas financieros no mirarán la mercancía que compran y venden; serán como pilotos que bombardean una aldea y nunca verán a sus  víctimas mutiladas. La crisis financiera internacional tiene mucho de eso. La falta de regulación del sistema financiero, promovido por la corriente neoliberal, generó su crecimiento sin control, y los niveles de deuda privada alcanzaron los límites que nos han llevado a los resultados desastrosos que ahora vivimos.

La lógica mecánica y calculadora que subyace en el capitalismo neoliberal permite que sean muy pocos los beneficiarios de su sistemaSin embargo, la especulación no puede solo ser vista como una anomalía del mercado o como el resultado de una falta de regulaciones. Es cierto que los banqueros ocultaron información al público, acerca de que los precios de las casas iban a caer de manera estrepitosa. Lograron inflar el precio de las viviendas, mediante la colocación de miles de millones de dólares en préstamos en el sector inmobiliario, a sabiendas de que los prestatarios no iban a poder pagarlos.

Pero a su vez, “fueron los políticos directamente ligados a los intereses financieros los que consiguieron, durante la presidencia de Clinton, que derogasen en los Estados Unidos las leyes que ponían freno a la especulación financiera”, dice el historiador catalán Josep Fontana, en su último libro “El futuro es un país extraño” (Pasado y presente, 2013), al referirse a la crisis económica de 2007-2008.

Lo que nos queda claro es que la crisis no fue un accidente, sino la lógica y natural consecuencia de una política dedicada a favorecer los intereses de los más ricos y de las grandes corporaciones, lo cual  llegó, en muchos casos, a niveles delictivos, según Fontana.

La lógica mecánica y calculadora que subyace en el capitalismo neoliberal, con sus contradicciones internas desnaturalizadas, permite que sean muy pocos los beneficiarios de su sistema, cuya mayoría es barrida por una maquinaria que tritura casi todo a su paso. Así de duro es el juego del dominó económico.

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