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El Telégrafo

La lucha por la organización

05 de agosto de 2013

Sorprende leer las interpretaciones de ciertos sectores de las izquierdas que frente al fracaso de las elecciones pasadas, el fracaso de sus asesores políticos, el fracaso por la ausencia de un programa político-ideológico claro y conciso y peor aún la ausencia del cómo hacerlo, ha hecho que queden cercados en el uso contradictorio y paradójico de la llamada teoría crítica. Es que en esas contradicciones entre el hacer y el pensar se oyen ataques que usando y abusando del constructo teórico de la crítica pretenden justificar la pérdida y peor aún repitiendo conceptos y categorías a diestra y siniestra bajo el horizonte de que pocos han leído o conocen la crítica social. Entre las paradojas puede encontrarse moralización de lo estatal y lo gubernamental en medida de los intereses personales-ideológicos. Por eso no es extraño encontrar a declarados militantes radicales que, por un lado, declaran y denuncian la propiedad privada capitalista en todas sus formas y, por el otro lado, construyen amplios patrimonios que contradicen los preceptos históricos, por ejemplo, del pensamiento de Marx o del propio Lenin, tan repetitivamente mencionados. Acusan de autoritarismo al actual proyecto político y reniegan de todas sus acciones, pero bien pueden involucrarse en consultorías, investigaciones financiadas por lo que denominan autoritarismo, pero justificarlo que quien les pagó fue el Estado. Esta doble moral hace que el discurso crítico al cual dicen adscribirse se derrumbe. La lucha política es necesaria e inevitable, la confrontación por el poder es inevitable y más aún cuando se difumina en mil maneras diferentes. Algunos lo entienden con Foucault o Mignolo, otros lo comprenden desde las luchas sociales; en cualquier caso, lo que no está en juego es el Estado, aunque en una nueva paradoja, esas izquierdas anhelan tanto lo que dicen rechazar, el Estado. Lo que está en juego es todo el entramado social, no solo el Estado, sino la disputa de las organizaciones, los movimientos sociales, políticos, etc., por eso, esas izquierdas no logran abandonar el lugar del ventrílocuo histórico, a pesar de los esfuerzos por desnudar lo que consideran autoritarismo -desnudo que se anuncia de venta en las principales librerías del país, como bien lo anuncian en Facebook- y repiten las viejas lógicas interpretativas que están distantes de lo que la sociedad ecuatoriana quiere. La crítica social-política debe desprenderse de todo tipo de moralismo y avanzar a una lógica ética para no caer en los lugares comunes y sus terminologías –en español o kichwa- y peor aún vendidas al mejor postor de algunos medios de comunicación privados, antiguos rivales políticos y hoy socios ideológicos.

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