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El Telégrafo
Ketty RomoLeroux G.

La lucha contra la corrupción

27 de febrero de 2014

No obstante que nuestro país vive un proceso de cambios trascendentales y mantiene una política económica y social independiente y soberana, existe el criterio de que el tránsito hacia una nueva sociedad no será posible, mientras exista la corrupción.

La opinión popular generalizada es que no se está actuando adecuadamente para combatirla.

¿Qué entendemos por corrupción?
En términos generales, es sinónimo de inmoralidad, engaño, soborno. Concretamente, es la violación de la moral y el derecho, en perjuicio del bien común. Según este criterio, podemos deducir que la corrupción está presente en nuestro diario convivir. Es algo en lo que se utilizan fines y metas sin importar cómo lograrlo. Y esto se ha vuelto tan normal, que va en aumento y es difícil de detectar. La sociedad la acepta como normal.
La corrupción es uno de los males más graves que azota al mundo contemporáneo.

La globalización neoliberal no solo ha llevado al planeta al colapso financiero, sino al deterioro moral del género humano.

El consumismo, las grandes mafias de la droga, el sicariato, los escándalos sexuales, el tráfico de mujeres y niños, son claros ejemplos.

Durante muchos siglos, los principios cristianos jugaron un papel ético en el devenir histórico de los pueblos. Hoy venidos a menos.

Un informe presentado por tres cardenales, en agosto del año pasado, reveló que la corrupción, las finanzas oscuras y hasta el lavado de dinero de la mafia siciliana fueron las causas, entre otras, que llevaron al papa Benedicto XVI, sucesor de Juan Pablo II, a convencerse de que era imposible limpiar la Santa Sede, y optó por renunciar. La práctica de la pedofilia es otra prueba.

En nuestro país, la corrupción se ha propagado tanto en el sector público como en el privado.

Fueron los gobiernos neoliberales, manipulados por una burocracia arrogante, los que llevaron a los sectores populares a los más dolorosos sacrificios. El feriado bancario, por ejemplo, en el gobierno del presidente Jamil Mahuad, perjudicó no solo al Estado, sino a miles de ecuatorianos, de pocos y medianos recursos económicos.

Urge intensificar el proceso de concienciación contra la corrupción y la impunidad, arraigadas en nuestro medio por las relaciones socioeconómicas que las generan.

El avance hacia una sociedad de nuevo tipo requiere hombres y mujeres con una elevada conciencia ética. Con una nueva moral.

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