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El Telégrafo

La ley, los demonios y la mediocridad

21 de junio de 2013

La Ley de Comunicación, la posible,  es una consecuencia. Es la consecuencia de décadas de mediocridad periodística. Es la consecuencia de una prensa con estándares mínimos en la realización comunicativa. Un medio de comunicación no es un club de periodismo, un medio de comunicación no es el desfogue freudiano de un empresario o político o economista o sacerdote. La Ley de Comunicación resulta de la incapacidad profesional de dueños, directores, asesores y accionistas de entender la importancia que supone el derecho a la información y no a ser informados.

Pensar que la Ley de Comunicación democratizará la comunicación en el país no es más que un sentimiento propagandísticoEstamos acostumbrados a permitir y aceptar la más mediocre explotación de una página en un periódico, de un minuto en la televisión y de una programación en la radio. La desconfianza en los medios de comunicación, privados, estatales, públicos o comunitarios, nace de esa constante sensación de una noticia que no llega a cumplir las más mínimas pautas de profesionalismo, desde la redacción hasta el manejo de la información. Tener que reglamentar y exigir un título universitario a los comunicadores demuestra la mentalidad corporativista y provincial de quienes no tuvieron que exigirse a ellos mismos, desde un principio, ese requerimiento.

La ley tiene sus deficiencias (particularmente el Artículo 77 sobre la Suspensión de la Libertad de Información, y los peligros que una normativa como esa conlleva), pero será deber de nosotros, como ciudadanos, fiscalizar, condenar y exigir las rectificaciones necesarias de los abusos que se puedan cometer desde el poder, si es que en verdad somos aquí los mandantes. Pero los abusos del poder, cuando existen, circunvalan cualquier ley.

Según la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (Aedep), “esta ley impone condiciones a la opinión y, por ese camino, va a suprimir el pensamiento crítico”. No veo cómo estas condiciones se cumplen en un sistema mediático que no tiene un pensamiento crítico. Y las condiciones a la opinión son las elementales que, entre otras, un estudiante de comunicación debe saber. Lo que implica, entre otras cosas, diferenciar entre opinión y prevaricato, una noción básica de los derechos colectivos e individuales y la responsabilidad de quien firma lo que se publica.

Pensar que la Ley de Comunicación democratizará la comunicación en el país no es más que un sentimiento propagandístico. Yo espero que sirva, inicialmente, como una medida que suba los mínimos indispensables para hacer periodismo en  Ecuador. Que sirva, en última instancia, para que la información se profesionalice. La democratización será una labor ciudadana.

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