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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

La lección democrática de Grecia

03 de febrero de 2015

La primera ajetreada semana del gobierno de Tsipras ha transcurrido mientras los medios de todo el planeta diseccionaban cada uno de sus primeros pasos. Tanta atención no debería sorprender, pues se trata del Ejecutivo más de izquierda que haya tenido jamás en su seno la Unión Europea y que promete dar batalla a las políticas de austeridad impuestas por la Troika. Lo que es peor, desde las perspectivas de los neoliberales, es que el experimento pueda regarse a España, y dar empuje incluso a los tímidos reclamos de Renzi y Hollande, quienes piden un aflojamiento del rigor económico para sostener el crecimiento.

Buena parte de la atención se la ha llevado Yanis Varoufakis, el nuevo ministro de Finanzas, y por ende, inevitable protagonista de la disputa sobre la cuestión de la deuda. Dotado de un óptimo inglés, un temperamento determinado, el neoministro proviene de la academia, como muchos de sus colegas. Syriza, en efecto, ha optado por atraer -y colocar en posición de relieve- a muchos catedráticos comprometidos: una estrategia que provee al Ejecutivo griego la experticia necesaria para poder salir de la tempestad de la deuda y del drama social.

Por eso, la seguridad que ostenta Varoufakis no es hija de un estéril optimismo. En efecto, a pesar de la enraizada creencia en la imposibilidad de prescindir del plan de rescate de la troika, las cosas podrían ser algo diferentes. La eventualidad de que no sea Ángela Merkel quien tiene la sartén por el mango se insinúa incluso en las grietas de los círculos que con mayor suspicacia miran a las reivindicaciones de Tsipras. En este sentido, en las páginas del Financial Times apareció hace algunos días una iluminante citación: “Si debes a la banca 100 dólares, es tu problema.

Pero si debes a la banca 100 millones de dólares, el problema es de la banca”. Las cifras reales destacan que la exposición del sistema financiero europeo con Grecia es altísima, cuya responsabilidad, cabe evidenciar, no recae únicamente sobre los anteriores gobiernos derrochadores de Atenas, sino también sobre banqueros sin escrúpulos. La magnitud de la deuda y la perspectiva de un no pago permiten que Tsipras tenga un importante margen para forzar una renegociación a quienes se han hecho cargo de cubrir la deuda de los acreedores.

Este detalle desmiente también la falsa retórica de la pía Alemania, que ya ha hecho mucho para Grecia: en realidad, la ‘ayuda’ europea tiene su razón de ser en el rescate de sus instituciones financieras y en conjurar una recaída sobre la economía real. Los periodistas rastreros que en estos días están poniendo en evidencia las ‘favorables’ condiciones de deuda contraída con la troika (años de madurez, tasas de interés) pierden de vista el punto central: las políticas de austeridad como condiciones del rescate, las cuales han provocado una abismal caída de los estándares de vida de la población griega.  

En el fondo, estamos una vez más ante el más clásico de los escenarios del capitalismo neoliberal: la banca que se expone excesivamente para alzar su rentabilidad prestando cifras exorbitantes y aprovechándose de gobernantes corruptos. Ya que la tecnocracia europea no ha entendido la necesidad de reformar el sector más peligroso para la sostenibilidad de la democracia, es hora de que alguien les imparta una lección. Y qué mejor que esta lección democrática llegue de su histórica cuna.

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