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El Telégrafo

La juventud: forjadora de la Revolución Juliana

07 de julio de 2013

La Revolución Juliana está por cumplir 89 años, concebida en Quito el 25 de octubre de 1924 por un grupo de jóvenes militares imbuidos de ideales patrióticos, quienes audazmente dieron el golpe en Guayaquil el  9 de julio de 1925.

El pueblo se lanzó ese día a la calle a aplaudir a los “ideólogos”, como se les comenzó a llamar, y la prensa se refirió elogiosamente a los jóvenes  desde el día siguiente de haberse cumplido el plan concebido por ellos, estando de acuerdo en calificarlo de  “Transformación”. Tal los títulos de primera página coincidentes de los diarios El Día y El Comercio del 10 de julio  “La transformación política de anoche”.

Sin embargo, además de que los jóvenes militares están en el olvido,  la Revolución Juliana tiene detractores  regionalistas, y  quienes niegan que se trató de una revolución están mal informados, de buena o mala fe.

Tal el caso de quienes sostienen equivocados que “los militares jóvenes fracasan por su falta de preparación… Aunque inteligentes e ilustrados varios de ellos, no estaban aún en capacidad de dirigir al país y tienen que entregar el poder a políticos liberales más o menos nuevos hasta que asume la Presidencia un liberal independiente, hombre de ciencia, el doctor Isidro Ayora”.

O de quienes dicen que el general Francisco Gómez de la Torre fue quien “fundó” la Liga Militar,  cuando  él  ingresó a la Liga un mes antes del golpe.

Otros minimizan el liderato de los jóvenes militares, atribuyendo al mayor Ildefonso Mendoza Vera el haber estado “a cargo de la Liga”, lo cual es parcialmente cierto, pero a partir de que los miembros de la Liga lo invitaron a sumarse desde Guayaquil, donde el mayor Mendoza cumplió un papel importante.

A varios de los oficiales de alto rango se les suele calificar de mentalizadores de la Revolución Juliana, lo que en estricto sentido riñe con la verdad. Desde luego, todos estos personajes cumplieron a su debido tiempo un papel histórico, aunque posterior a la labor pionera y secreta de los jóvenes integrantes de la Liga Militar.

Hay que distinguir dos etapas, la inicial de los jóvenes militares en Quito, que luego dieron el golpe en Guayaquil, y la etapa a partir del éxito del golpe.

La primera etapa estuvo bajo la responsabilidad de jóvenes militares, cuyo rango era de tenientes y alféreces, quienes concibieron la idea y fueron planeando la estrategia en secreto, exponiendo su futuro y hasta su vida, animados por el interés del país, no de intereses personales mezquinos. Renunciaron generosamente a la toma del poder, proponiendo que fueran civiles quienes integraran la Junta de Gobierno.

La historia ha sido injusta con ellos, relegando al olvido sus nombres.

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