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El Telégrafo

La irrupción zapatista

03 de enero de 2014

En las primeras horas del 1 de enero de 1994, poblaciones indígenas ubicadas en el sureste mexicano se levantaron en armas. Las comunidades tzeltales, choles, tojolabales, tzotziles, despedían a padres, hijos, hijas, hermanos, hermanas combatientes. Los insurgentes se ponían en marcha para ocupar simultáneamente siete cabeceras municipales del estado de Chiapas.

El 1 de enero de 1994, tomaron Altamirano, San Cristóbal de las Casas, Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán y Chanal.  

Desde el balcón del palacio municipal de San Cristóbal de las Casas, el comandante Felipe leyó la Declaración de la selva lacandona, documento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dando a conocer sus demandas que se resumían en “Para todos, todo; nada para nosotros”.

En Ocosingo se dio la batalla más cruenta. Allí cayó el mayor número de insurgentes, entre ellos el comandante Hugo, respetado y consecuente dirigente tzeltal. El Ejército federal atacó con todos los medios disponibles. Varios rebeldes indígenas fueron detenidos e inmediatamente ejecutados; sin embargo, la mayoría murió en combate.

Por los campos del estado de Chiapas, México, quedaron diseminados cadáveres que llevaban el uniforme de un nuevo ejército campesino.Los zapatistas, al retirarse de Las Margaritas, tomaron prisionero al general Absalón Castellanos, exgobernador y temido terrateniente que había asesinado a numerosos campesinos de la zona. Fue sometido a juicio por la justicia indígena.

Por los campos y caminos del estado de Chiapas quedaron diseminados cadáveres que llevaban -con orgullo y valentía- el uniforme de un nuevo ejército campesino que hacía presencia en México, justamente cuando las élites iniciaban el festejo por la vigencia del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Para las clases dominantes, este acuerdo llevaría a México hacia la ‘modernidad’. ¡Qué equivocadas estaban!

En medio del espejismo de que México ingresaría al ‘primer mundo’ como socio de las potencias del norte, aparece el potente grito indígena: “¡Ya basta!”.

Los medios de comunicación de todo el planeta acudieron a constatar la presencia vigorosa de nuevos actores en el escenario político mexicano: los pueblos indígenas.

Los combates duraron 12 días. Millones de mexicanos y de ciudadanos de varios países salieron a las calles para solicitar al gobierno de Carlos Salinas de Gortari el alto al fuego. Desde entonces existe una tregua entre las partes, violada repetidamente por los gobiernos de turno. Esta guerra soterrada -dirigida desde el Distrito Federal- no se ha detenido un solo minuto. No obstante, el EZLN ha construido un original gobierno autónomo. Ganó paz y territorio. Atiende con eficacia y eficiencia educación, salud, justicia. Construye pueblos, municipios. Hoy tiene cinco ‘caracoles’ en donde funcionan las llamadas Juntas de Buen Gobierno.

Los pueblos indígenas hacen buen gobierno en sus comunidades, a diferencia del mal gobierno de Peña que acaba de abrir las puertas a la privatización del petróleo y de los recursos estratégicos de la nación mexicana, para beneficio de su vecino del norte.

Los motivos del levantamiento indígena de 1994 están más vigentes que nunca.

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