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El Telégrafo

La industria del miedo

19 de abril de 2013

La urbanización del terrorismo, la desconfianza en los símbolos esencialmente puros de la cotidianidad son los elementos que desgastan la capacidad de convivencia. El atentado de la Maratón de Boston es desgarrador. Las imágenes de las humaredas, el pánico y la histeria son reproducidos una y otra vez. Una y otra vez. Y otra vez.

La tragedia es parte del entretenimiento basado en el miedo. El morbo que se genera alrededor de la catástrofe es el negocio de los medios de comunicación. El espectador es absorbido inevitablemente en la cultura del miedo; en una espiral de sicosis colectiva en la cual somos succionados. Y son los mismos medios de comunicación los que determinan a qué le vamos a tener miedo. Y a quién.

Ante la imposibilidad de comparar tragedias similares en contextos diferentes, es deleznable ver cómo el colonialismo ideológico termina por justificar las incursiones norteamericanas en Medio Oriente, como parte de la cruzada “democratizadora” y “occidentalizadora” de los Estados Unidos, mientras una bomba en Boston es producto de los instintos más bajos del ser humano. No es cuestión de hacer una apología del terrorismo, sino de desenmascarar la manera en que los medios de comunicación generan un valor moral detrás de cada acción.

El presidente Barack Obama calificó la tragedia de Boston como un “acto despreciable y cobarde”. Agregó que “cada vez que se usan bombas para atacar a civiles, es un acto de terror”. Sin embargo, estamos lejos de calificar de terrorismo el uso de drones en poblaciones civiles. Y por frívolas que puedan parecer las comparaciones, hemos llegado al punto de jerarquizar el valor de la vida de las personas según su ubicación geográfica y, por sobre todo, su fisonomía racial.

Es decir, si resulta ser un “blanco” el culpable de las bombas, no habrá segregación social a todos los “blancos”. No habrá incursiones armadas en Vermont o Maine. No habrá  preconcepciones de las motivaciones de los “blancos” al momento de subir a un avión o al entrar a una tienda o pasar por la aduana. No se despersonalizará a los “blancos” para arrumarlos en generalidades racistas.

En el concierto internacional del miedo, hemos creído en la estigmatización de una cultura entera por el accionar de uno de sus miembros. Hemos valorizado la vida según lo que el statu quo quiere que valoricemos. Injustificablemente, hemos avalado masacres, mientras otras las condenamos. Nos hemos deshumanizado ante la industria del miedo.

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