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El Telégrafo

"La historia me absolverá"

01 de agosto de 2013

El reciente 26 de julio se cumplieron 60 años de un hecho trascendental ocurrido en Santiago de Cuba: el Asalto al Moncada, el segundo cuartel más numeroso del país bajo la tiranía de Fulgencio Batista. Ese día, en 1953, unos 150 jóvenes organizados militarmente por el abogado Fidel Castro Ruz (23 años), "intentaron tomar el cielo por asalto", en las palabras del presidente Raúl Castro, indignados por los crímenes políticos y la corrupción que campeaban en la patria de Martí, declarado por Fidel como “el autor intelectual del asalto”, tal era la influencia del Apóstol de la Independencia en las mentes y los corazones de esa legión de bravos patriotas.   

El hecho heroico terminó por el momento en derrota. Los revolucionarios sufrieron más de 70 bajas entre muertos y heridos, luego de lo cual la brutalidad del déspota no conoció límites. Ser joven se convirtió en delito que se pagaba en las cámaras de tortura, donde se les arrancaba uñas y ojos. Luego se los ejecutaba a mansalva. Fidel escapó de milagro, pues el teniente Sarría, que lo capturó en la montaña, ordenó a la tropa conservar la vida del prisionero.

Antes del Moncada, Fidel Castro había ganado la simpatía de los jóvenes, al presentar una demanda en contra del general Fulgencio Batista..En esta efemérides, celebrada ante el propio Moncada, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, en su discurso a nombre del Presidente Rafael Correa, señaló con acierto que el fallido asalto significaba un antes y un después en la historia de Cuba y de América Latina, pues en verdad partió la historia del continente. El antes era el dominio del imperialismo y sus secuaces, el poder de la gran burguesía y los terratenientes, el imperio de las mafias que habían convertido a Cuba en prostíbulo y garito, de cuyo extremo oriental salían diariamente las tropas yanquis apoderadas de Guantánamo a cometer sus fechorías impunes.

Antes del Moncada, Fidel Castro había llamado la atención y ganado la simpatía de los jóvenes, al presentarse ante los tribunales de justicia con una demanda penal contra el golpista del 10 de marzo de 1952, general Fulgencio Batista, demanda que no fue acogida pero que demostró que allí había alguien a quien no le temblaba la mano ni la voz para desnudar las villanías de quienes rompieron la Constitución con los aplausos del poder económico y la complicidad de la embajada norteamericana.

Con el Moncada como punto de partida, vino después la valerosa denuncia de Fidel contra las monstruosidades y la violencia desbocada luego del 26 de julio. Enfrentado a los tribunales amañados que lo juzgaron, pronunció sus célebres alegatos contenidos en el documento que lleva por nombre “La historia me absolverá”, que en estos días circula en Quito publicado por Sureditores.  Allí desfilan las tenebrosas hazañas de la dictadura, sin omitir los nombres de los ladrones y asesinos del poder. Allí se denuncian las injusticias sociales que hacían presa de los cubanos y se anuncian las leyes revolucionarias que se dictarán cuando el pueblo tome el poder, señalando con presión que los malhechores serán juzgados y castigados sin perdón, adelantando el anuncio de medidas como sería la conversión de los cuarteles militares en escuelas, como en efecto se hizo cuando triunfó la Revolución el 1 de enero de 1959. Luego vendrían las múltiples realizaciones y el socialismo, así como la enorme influencia entre los pueblos latinoamericanos y del Caribe.

Aún ahora, cuando han pasado 60 años de aquella heroica acción, conmueven y causan admiración las palabras finales de los alegatos de Fidel, quien sentenció: “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa. La historia me absolverá”.

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