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El Telégrafo

La gratitud de Carlos Fuentes

18 de septiembre de 2012

La superior calidad humana que Carlos Fuentes demostró en su vida cotidiana, constante, lo obligó a reconocer las obligaciones de gratitud, que son muy difíciles de pagar porque casi nunca son demandadas. Las gestiones personales que realizó en 2010 para ser enterrado en París, en el cementerio de Montparnasse, nada tiene que ver con que estén enterrados ahí los dos hijos que tuvo con Sonia Lemus.

Sencillamente es una muestra de grande amor, y de gratitud por haber recibido la Condecoración de Gran Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia, en revancha a su favor contra la Academia de Suecia que no le concedió el Nobel de Literatura.

En su último libro, “Personas”, con su pasión característica para hablar de las diferencias individuales que constituyen a cada quien y lo distinguen de otros, generosamente nos participa los recuerdos de quienes contribuyeron a robustecer y hermosear su zona íntima y reservada. 

De los retratos que Carlos Fuentes dibujó en “Personas” con la emoción del hombre serio y cabal de 83 años que se siente próximo a morir, el apartado Magíster Díxit refleja su imperecedera gratitud para con algunos de sus maestros en la Facultad de Derecho de la UNAM, que coadyuvaron para forjar esa visión de la vida que impidió al denigrante lucro desfigurar sus principios.

Muy grato ha sido conocer por medio de la prosa bella, docta y fluida de Carlos Fuentes  la franja singular y enaltecedora del maestro Mario de la Cueva, de quien yo y mis compañeros de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil nos enriquecimos únicamente con su obra “Derecho del Trabajo”, sin hechizo ni magia. “Yo salí sabiendo mejor quién era y qué quería gracias a Mario de la Cueva”. “Y ahora que se ha ido, digo lo que le debo y lo que aún me falta por pagarle”  dice Carlos Fuentes de su profesor. 

Otro apartado de “Personas” que Carlos Fuentes denominó  “Tres mujeres desconocidas”, lo empieza diciendo “Creo en mujeres concretas. Con sexo. Con nombre. Con biografía. Con experiencia. Con destino”, y en 30 renglones nos entrega un sustancial cuadro de la filósofa judía-alemana Edith Stein. Confiesa que supo de ella cuando tenía 19 años, es decir, cuando Edith ya tenía cinco años de haber muerto en los hornos de Auschwitz.

Sorprende que omitiera decirnos que el papa Juan Pablo II la beatificara en 1987, y la elevó a los altares en 1998. Es una de las tres santas patronas de Europa, junto con Santa Catalina de Siena y Santa Brígida de Suecia.

Silvia Lemus, la viuda de Carlos Fuentes, debería publicar el libro que no concluyó, “Emiliano en Chinameca”, para conocer lo que él  pensaba  de Emiliano Zapata, el padre de la Reforma Agraria en América, que decidió ir hasta esa hacienda, sabiendo que la muerte ahí lo estaba aguardando.

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