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El Telégrafo

La globalización y la agricultura tropical

26 de febrero de 2013

La globalización ha sido definida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como “la interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al mismo tiempo que la difusión acelerada y generalizada de la tecnología”.

La globalización correspondería a un proceso integrador para establecer paulatinamente una sola economía mundial, para superar la desaparición de las economías de planificación centralizada. Es decir, en mi entender, cambiar una integración política por una integración financiera (mercados).

Como antecedente debemos expresar que la integración no tiene restricción y comprende tanto a los países subdesarrollados que están localizados en los trópicos del planeta, así como también corresponde principalmente a los países desarrollados denominados del Norte (tecnificados), y cómo todo proceso artificial inducido en un medio natural tiene impactos positivos o negativos de acuerdo a los resultados obtenidos en el desarrollo de las sociedades que intervienen.

Si consideramos como cultivos emblemáticos de Ecuador el arroz y el maíz, los cuales son cultivos estratégicos básicos para la seguridad alimentaria mundial, tenemos que corresponde a cultivos de pequeños agricultores. El maíz, de acuerdo al Censo Agropecuario, registra el 52% de productores menores (10 ha), y en el arroz el 65% no excede las 10 ha. Son cultivos precariamente tecnificados que se desarrollan con la intervención de numerosos campesinos.

Estos países tropicales con estas características siguen siendo exportadores netos de alimentos y materias primas agroalimentarias baratas, básicas e indiferenciadas (commodities), es decir, cumplen el papel dependiente que siempre se les ha asignado en la división internacional del trabajo, dependiente de paquetes tecnológicos contaminantes del ambiente y gravosos para la economía de los pequeños productores, disminuyendo el valor de su fuerza de trabajo y limitando la capacidad del mejoramiento de la calidad de vida de su familia.

Y aunque cada vez existe mayor concienciación ecológica, no tiene ningún sentido reclamar el respeto ambiental y la necesaria conservación de los recursos sin criticar la lógica del modelo liberal, pues existe una incompatibilidad manifiesta entre el desarrollo sostenible y el modo de producción capitalista.

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