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El Telégrafo
 Ricardo Hidalgo Ottolenghi

La formación del médico en el siglo XXI

27 de julio de 2022

En los años 60, un buen médico era el que tenía un buen maestro; en los 70 y los 80, lo era quien tenía acceso a una biblioteca, mientras que ahora entre muchos otros aprendizajes, lo es quien sabe utilizar las técnicas meta-analíticas y la determinística, sin olvidar el empleo óptimo de la información científica contrastada, procedente de la mejor investigación (Medicina Basada en Evidencias). Para ello se tornan imprescindibles el manejo del inglés y claro está, saber utilizar los metabuscadores especializados.

 La super especialización de la Medicina ha obligado a reducir los años de carrera para potenciar la formación postgraduada. En nuestro medio, la formación del médico se ha equiparado a una licenciatura, con lo cual la carrera se redujo a cinco años. Puesto que la formación del médico debería continuar a lo largo de toda vida, la duración del pregrado no es lo más relevante si las universidades emplearan las herramientas adecuadas para estimular el autoaprendizaje. Así, la Educación Basada en Problemas mejora la calidad de la educación médica, cambiando la orientación de un currículum basado en la exposición del maestro, a uno más integrado y centrado en el estudiante, reemplazando el clásico aprendizaje pasivo, dirigido, reproductivo, memorístico, poco integrador y no significativo.

¿Pero qué aprender? Luhmann, basándose en la reflexión autopoiética de Maturana, propuso una concepción de la ciencia como un sistema social autopoiético, que se organiza en torno a un código que sirve para distinguir la verdad de la no-verdad o, más exactamente, para distinguir observaciones verdaderas de no verdaderas.

Precisamente porque estamos en un momento particular en el que la evolución del conocimiento fuerza la distinción entre conocimiento verdadero y conocimiento falso, la puesta en práctica del Aprendizaje Significativo, de la Lectura Crítica y de la Educación Médica Basada en la Mejor Evidencia, son inaplazables.

El médico general tiene que aprender a prevenir las enfermedades, a tomar la mejor decisión diagnóstica o terapéutica, respetando las preferencias del paciente (todo esto, de acuerdo con su “perfil de competencias”) y, en cuanto médico, no tiene que aprender más. Para ello necesita, por ejemplo, conocer la fisiología básica en su tiempo; pero ni necesita ser ni hay que soñar en que sea, hablando en serio, un fisiólogo. En la misma línea, pretender que el estudiante normal sea un científico, es una pretensión que solo ha podido abrigar el utopismo de otras épocas.

Se aspira a que en las facultades de Medicina se enseñe "todo" sobre las   ciencias básicas o clínicas, pero tal vez, en ninguna del mundo, se ocupa nadie en serio de pensar qué es hoy ser un “buen médico” en el plano científico y humanista y, cuál es el modelo de profesional que necesita la sociedad.

Una vez graduado, el galeno debe seguir aprendiendo, prolongando su experticia a lo largo de toda la vida profesional. Este es un proceso ininterrumpido de educación. Para ello, es imperativo que cuando estudiante, desarrolle una actitud positiva para la incorporación sistemática de nuevos conocimientos científicos y técnicos. Es preciso promover tanto en el educando como en el graduado la toma de conciencia de esta responsabilidad. No pueden ni deben admitirse facilismos de ninguna naturaleza. No es posible pretender una Educación Basada en el Dominio de Competencias, cuando por otra parte el nivel de exigencia no supera en el mejor de los casos el 70%. Las facultades de Medicina deben comprometer todos sus esfuerzos para implementar, no solamente la absoluta seriedad y estrictez en la selección de sus educandos, sino también en los procesos de evaluación integral.

Para terminar, vale preguntarse cuál debería ser el rol de los docentes. La formación que reciben los futuros médicos no sería suficiente ni adecuada si fuese solamente técnica. Para ser completa debe ser también ética. Conducirse éticamente no es una elección individual de cada profesional. Son principios de conducta universales, no individuales.

No hay una sistemática de la ética y por esto no puede enseñarse, pero sí puede aprenderse. La única forma de enseñarla es con el ejemplo. Los educandos se forman a imagen y semejanza de quien los educa. Solo hombres rectos pueden enseñar con rectitud. Por ello, debe exigirse a quienes ejercen la docencia en Medicina, el modelaje permanente de un comportamiento bioético para la adquisición de valores y actitudes que, sin injerencias extrañas a sus fines, formen al estudiante en el respeto absoluto a la vida, a la dignidad humana y a la calidad de la existencia del ser desde su nacimiento hasta la muerte.

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