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El Telégrafo

La felicidad

20 de mayo de 2013

El camino hacia la felicidad pasa por la comprensión de que las cosas más valiosas son totalmente gratuitas. ¿Qué le falta al ecuatoriano para ser feliz? Nada.

Tenemos de todo, pero rehuimos ser solidarios, conocernos mejor y, lo más difícil, amar la cultura, porque  pocos leemos o escuchamos “vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza como charco de culpa en la mirada” o “el trueno horrendo que en fragor revienta y sordo retumbando se dilata por la inflamada esfera” o “aquel de vosotros que esté sin pecado, que  arroje la primera piedra”, si no la belleza de estas frases nos enternecerían y nos brindarían algo de felicidad en bandeja de plata.

A nuestro favor está el amor, que estructuró la belleza que por doquier nos rodea, solo lo debemos vivir y para vivirlo hay que ser seres humanos. Ser feliz significa gozar de la solidaridad con el oprimido, el ser más común del planeta, comprender que el poderoso oprime al humilde, intentando impedir que las estructuras sociales se derrumben bajo el peso de tanta injusticia reinante. Ser feliz es contemplar sin vanidad el rostro agradecido del merecedor de un favor, que solo nos cuesta la voluntad de hacerlo. La satisfacción de la fraternidad con el sufrido solo la conoce el que sufre,  es valiosa y darla no cuesta nada. ¡Hay tanto desaguisado por resolver y tan pocos quijotes!

La felicidad no está ni en el poder ni en la riqueza sino en las cosas más simples de la vida. ¿Dónde? En cada uno de nosotros, solo hay que hallarla. Unos la encuentran en la música, en la poesía, en el deporte, en el arte, en la dicha del hogar, en la contemplación sublime de la naturaleza, en Dios o en una combinación de todo ello. Curiosamente, la infelicidad también está en nosotros; somos infelices cuando vivimos inconformes con nuestros dones y envidiamos o codiciamos  bienes ajenos.

¿Cuántos pobres de espíritu se niegan a sí mismos la felicidad por considerarla una ficción antojadiza, ajena a la riqueza material que anhelan? Para ser feliz se debe amar la vida, ese lazo sagrado que nos une a Dios, pero no en demasía, pues la vida es pasajera; para ser feliz hay que darse tiempo para contemplar el instante en que la aurora besa con parsimonia al crepúsculo y escuchar atentamente el cántico a su separación con la noche; para ser feliz hay que amar al amor, que si se lo ama, se ama a la vida, si se ama a la vida, se ama a Dios y si se ama a Dios, se ama a la contemplación sublime de su Creación.

Amemos al Ecuador, defendamos  su libertad y soberanía, y seamos felices por ello.

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