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El Telégrafo

La estrategia colombiana (1)

13 de junio de 2013

Desde que Teodoro Roosevelt se apoderó de Panamá para construir el canal, la clase dirigente colombiana resolvió que su mejor estrategia nacional era plegarse a los deseos del imperio norteamericano y obedecerlo en todo. Desde entonces, sus relaciones exteriores han seguido fielmente ese patrón, aunque unas veces más notoriamente que otras.

En pago, los Estados Unidos la distinguieron con ciertas nominaciones muy significativas. En 1947, el expresidente colombiano Alberto Lleras Camargo, dirigente liberal, fue nombrado Director de la Unión Panamericana, suerte de Ministerio de Colonias estadounidense.

Su labor fue tan eficiente que transformó a la entidad en un organismo aparentemente más abierto y participativo: la Organización de Estados Americanos (OEA), mediante la suscripción de la carta de Bogotá (1948). Naturalmente, Lleras fue elegido como primer Secretario General de la OEA, primero interinamente y luego como titular, hasta 1954.

En 1953, mientras gobernaban los conservadores y el país se desangraba en una guerra civil, Colombia decidió enviar tres fragatas y un batallón de 1.100 hombres a la Guerra de Corea, en apoyo de una operación político-militar que los norteamericanos lograron cobijar con el manto de la ONU.

En 1956 también envió tropas para la Fuerza de Emergencia de la ONU en el conflicto del Canal de Suez. Y en 1982 envió tropas al Sinaí, en el marco del Tratado de Paz entre Egipto e Israel.

Durante su segundo gobierno en Colombia (1958-1962), Lleras se unió al presidente John Kennedy para promover la Alianza para el Progreso, respaldó el bloqueo a Cuba y rompió relaciones diplomáticas con ese país.

En pago a esa fidelidad, los EE.UU. firmaron con Colombia el primer Programa de Asistencia Militar otorgado a América Latina. Y desde 1962, su Misión Militar dirigió la reorganización de los aparatos de inteligencia colombianos, la creación de unidades de guerra no convencional (paramilitares) y el uso de la guerra sicológica.

También hicieron de Colombia uno de los mayores receptores de su ayuda económica desde 1960 y luego de su ayuda militar y policial, bajo el paraguas de la lucha contra las producción de drogas. En ese marco nació el polémico Plan Colombia (1998), por el que EE.UU. entregó 8 mil millones de dólares a Colombia desde el año 2000.

Desde entonces, la influencia de EE.UU. en Colombia se volvió total. Su embajada en Bogotá se volvió la más grande del mundo y 300 funcionarios suyos pasaron a dirigir la lucha contra la guerrilla y el narcotráfico. A su vez, Colombia se militarizó al máximo, llegando a tener el mayor ejército (550 mil hombres), la mayor flota de helicópteros y el mayor gasto militar de América Latina (12.900 millones de dólares en 2012).

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