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El Telégrafo

La esperanza y el deleite abandonan los EE.UU.

07 de febrero de 2012

Ala inclinación del ánimo que propende a juzgar las cosas en su aspecto más favorable, conocemos como optimismo. Está comprobado que para bien del alma, que conforma y dirige la mente humana, es conveniente ser optimista.

Los denodados y sabios hombres que en 1776 independizaron las 13 colonias británicas y fundaron los Estados Unidos de América, ciertamente que participaban del sistema filosófico denominado optimismo. Desgraciadamente,  todos los candidatos republicanos que hoy aspiran a la nominación para enfrentar al señor Obama, carecen de esa visión; y los dos con más opciones han hecho mucho dinero sin moral, y hasta bordeando lo penal.

Eso determina que gran parte de ciudadanos de ese país esté perdiendo el ánimo y la convicción necesaria para apoyar a un Gobierno que proceda de las urnas. Como nunca antes, el pesimismo y la poca confianza en las instituciones estatales hacen peligrar el futuro de los Estados Unidos.

El malvado ex secretario de Estado Henry Kissinger, que tanto mal causó a los latinoamericanos, es el culpable de haber despertado al dragón chino con su estúpida política, más estúpidamente llamada “del ping pong”. Creyó que ese pueblo de embrollones y mercaderes, con su loca generosidad de la presencia humana, era mercado ideal para la Coca Cola y el ratón Miguelito. Y probablemente aún no se convenza que a quien pensó esquilmar, hoy amenaza peligrosamente las bases de la sociedad que lo acogió y le otorgó la nacionalidad  estadounidense.

Ocupa Wall Street es un pequeño y desorganizado movimiento, y el Tea Party es desquiciado, pero están dando avisos muy claros del estado de ánimo de los estadounidenses. El 75 %  asegura que el país está marchando con rumbo contrario, y claro que tienen razón, pues sabemos  que solo el 1% de la población estadounidense ha doblado sus ingresos en los últimos 30 años, mientras que la quinta parte más pobre los ha aumentado 18%.

¿Puede seguir teniendo vigencia el neoliberalismo salvaje y deshumanizado, que hace más pobres a los pobres y más ricos a los ricos?

Es durísimo golpe para un país, siempre  asentado en la iniciativa individual y la confianza total en su sociedad, que hoy tenga que pedirle al Gobierno más proteccionismo.

Mas productivo sería exigirle que abandone el papel de  árbitro de la  guerra en el planeta. Esa actitud sirve, exclusivamente, para que los dineros fiscales hagan multimillonarios a los dueños de empresas que fabrican y venden armas, alimentos, medicinas, combustibles, y todo lo relacionado con la guerra inútil y despiadada.

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