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El Telégrafo

La especulación urbanística

27 de junio de 2013

La denuncia del presidente Rafael Correa sobre los manejos de tierras urbanas hechos por la Fuerza Aérea ha tocado uno de los puntos más sensibles de la mentalidad burguesa, cual es el del aislamiento de los barrios de ricos con respecto a los barrios de pobres.

El caso es que esas tierras, negociadas por un club de oficiales con una empresa urbanizadora, quieren ser destinadas por la Revolución Ciudadana a programas de vivienda popular. Y ha bastado el anuncio presidencial para que su conmuevan las más íntimas fibras de la burguesía, que ha empezado una protesta boca a boca, oponiéndose a lo que sus miembros creen es un ataque contra sus intereses y modo de vida.

¿Cuáles son los argumentos que esgrimen? Primero y fundamental, que esto constituye un ataque contra la sacrosanta “plusvalía” de las tierras urbanas, que ahora se verá arruinada por la presencia de un barrio pobre, o de clase media, en una zona que los ricos habían reservado para sí y que los especuladores urbanísticos manejaban como una fuente de seguro enriquecimiento. Segundo, que esto afectará a la vida y seguridad de todos los burgueses que habitan en el área, los que ahora deberán acostumbrarse a sufrir la cercanía de los pobres o mandarse a cambiar para una zona urbana más exclusiva y aislada.

Es sabido que la existencia de las clases sociales tiene una de sus mayores muestras en el paisaje urbano. La burguesía busca generalmente las áreas más soleadas, arboladas y con mejor paisaje, pero que adicionalmente garanticen la mayor lejanía con los pobres, a los que temen y desprecian.

Sus barrios se caracterizan por el ingreso restringido, la presencia de guardias y la existencia de alambradas eléctricas o altos muros, que marcan agresivamente su aislamiento del resto de la sociedad. Samborondón en Guayaquil y las urbanizaciones privadas de Cumbayá, en Quito, son buena prueba de ello.

Ahora, este anuncio oficial amenaza con afectar esa política de aislamiento, pero, sobre todo, con romper las prácticas especulativas del negocio urbanístico, que han llevado en los últimos años a una elevación injustificada del precio de la tierra urbana y del valor de la construcción.

Gracias a ellas, el valor del metro cuadrado de tierra y de construcción ha llegado a precios estratosféricos, que se parecen a los de países del primer mundo. Y esto dificulta la solución del problema de la vivienda en el país, pues las mejores tierras urbanas o suburbanas son monopolizadas tempranamente por estos negociantes, que miran el futuro de sus negocios y no el futuro del país.

Todo indica que ha llegado la hora de pensar a fondo en una reforma urbana, que facilite la adquisición de vivienda a los sectores medios y pobres de la población. Y ello quizá podría comenzar siguiendo el ejemplo del ayuntamiento de Bilbao, en España, que expropia lotes urbanos no construidos en un plazo razonable, para construir apartamentos de bajo costo.

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