Publicidad

Ecuador, 03 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

La educación: compromiso social

21 de abril de 2015

El maestro(a) tiene la ardua tarea de pulir al naciente ciudadano(a), de cimentar a cada potencial actor social desde lo perfectible. El docente es como la brújula que tiene el explorador en la selva; si va en dirección correcta saldrá intacto de los peligros, de lo contrario, habrá desorientación en el camino.

Dejar que las alas del educando se extiendan es dejar que el pensamiento y creatividad se impulsen hacia el infinito. El derecho (o los derechos) que posee el estudiante para desplegar sus capacidades y habilidades tiene que ser apreciado en alta medida en los centros de educación, ya que de ahí parte la intencionalidad de reformular la conducta ideal del presente y futuro ciudadano(a). Pero tal reformulación no tendría razón de ser sin la inclusión de valores, como la honestidad, solidaridad, puntualidad, equidad, los mismos que se anteponen a los antivalores imperantes: individualismo, ambición desmedida, rivalidad, envidia, corrupción, egoísmo.    

La práctica transparente de los actos en la vida solo se alcanza con la impronta de recursos éticos forjados en el hogar, y, también en las aulas. El educador(a) enseña las asignaturas básicas para el conocimiento elemental del alumno(a), pero sobre todo transmite la ética en la conducta particular.   

Lamentablemente, la sociedad moderna engendra la falacia materialista de ‘tener’ antes que ‘ser’. El hombre forma parte del tejido social que anhela el desarrollo, el mismo que debe aquilatarse desde una orientación cualitativa.

Nuestro país requiere niñas, niños y jóvenes que tengan una educación eficiente, en donde prime la excelencia académica, la cabal comprensión del pasado -con el objetivo de que valoren las raíces originarias, profundicen las diversidades y conozcan su geografía-, la reflexión sobre la problemática social y la exploración adecuada del talento individual y colectivo.   

La educación es en la sociedad como el pan diario para el hambriento, como el hospital para el enfermo, como el mar para el naviero.

La función del maestro(a) es dotar de elementos ilustrativos para que las nuevas y presentes generaciones generen pensamiento crítico en su condición de seres analíticos, compartan criterios desde un ambiente tolerante y remuevan la conciencia colectiva, en una relación interactiva, amena y respetuosa. Pero el profesorado también requiere el compromiso del resto de la comunidad, como es el caso de madres y padres de familia, y del propio Estado, en ese esfuerzo conjunto para optimizar el sistema educativo.

Al magisterio le corresponde, como imperativo histórico, un autodiagnóstico de la diaria misión en la pizarra, una actualización de conocimientos profesionales que devienen de la mano con el uso oportuno de la tecnología y una vinculación permanente con la comunidad, para la consolidación de una nación de todos y todas. (O)

Contenido externo patrocinado