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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

La economía naranja o las industrias creativas

11 de abril de 2014

Hace pocos días, en una conversación con algunos gestores culturales, a través de redes sociales, surgió este nombre, ‘economía naranja’, y llamó la atención, e incluso sorprendió a más de uno, porque aún en Ecuador no está muy difundida esta terminología.  

Como tampoco lo está, lamentablemente, el tema de las industrias culturales, a pesar de que en países vecinos se está trabajando bajo esos parámetros ya por más de una década. Frente a la sorpresa, Juan Martín Cueva, presidente del CNCine, ‘linkeó’ un documento, de primera, que precisamente se refería a la economía naranja y que fue generado por Felipe Buitrago para el Banco Interamericano de Desarrollo.

Pero, ¿qué es la economía naranja? Es la economía creativa basada en el talento, la propiedad intelectual, la conectividad y la herencia cultural. La economía creativa comprende los sectores en los que el valor de sus bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual: arquitectura, artes visuales, escénicas, cine, diseño, editorial, investigación, moda, música, publicidad, audiovisuales, circo, nuevas tecnologías, patrimonio e incluso las artesanías. Es decir, las industrias culturales o creativas o del entretenimiento.  

La importancia de la ‘economía naranja’ es tan grande que en 2011 alcanzó los 4,3 billones de dólares. O lo que es lo mismo, el 120% de la economía de Alemania. Las exportaciones de bienes y servicios creativos, en 2011, alcanzaron los 646 mil millones de dólares, lo que lo convierte en la quinta mercancía más transada del planeta. Y se estima que en 2012 las industrias culturales inyectaron 2,2 billones de dólares en la economía mundial.  Es decir, un equivalente al 230% del valor de las exportaciones petroleras. Tal es su importancia y, sin embargo, Ecuador es uno de los pocos países que aún no cuenta con indicadores confiables vinculados a la industria de consumos culturales. Algo se avanzó en la anterior administración del Ministerio de Cultura, con Érika Silva, en la denominada ‘Cuenta satélite’ e hizo públicas algunas cifras generadas, sobre todo, en el último censo del INEN. Pero nada más.

Pero, ¿por qué se determinó que el color naranja es el que corresponde a esta economía? El propio Buitrago nos responde: “El color naranja está asociado a la cultura, la creatividad y la identidad. Ya en el antiguo Egipto se utilizaba un pigmento de color naranja, rejalgar, para adornar los jeroglíficos de las tumbas de los faraones. A Baco, el patrono del teatro, se lo representa vestido de color naranja. Para los Túpac Katari, de Perú, es el color de la sociedad y la cultura”.  

La ‘economía naranja’ nos plantea un gran reto: crear un ambiente que nos permita reproducir el capital intelectual, pues “necesitamos retener, atraer, capturar y reproducir el talento de un segmento de la población que, por lo general, se encuentra subvalorado socialmente y pobremente remunerado económicamente”. Lamentablemente, ni el propio Presidente -y peor Senplades- han dado la importancia que merece la ‘economía naranja’ y que podría ser una gran herramienta para el cambio de matriz productiva, para la economía del conocimiento y para consolidar la identidad y soberanía del país.

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