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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

La disculpa y le perdón, mal interpretados

19 de abril de 2014

El deterioro de la moral es un azote social, difícil, pero no imposible de derribarlo, definitivamente, en algún momento de los tiempos modernos. En ciertos sectores, contaminados por diferentes causales, se han resquebrajado los sentimientos de solidaridad y el respeto a la vida y dignidad de los seres humanos. Es evidente que la sociedad se refleja en el comportamiento ciudadano. Pocas personas confían en la aplicación de la ley contra los infractores, otrora, debido a la intervención del poder del dinero, influencia política y corrupción de autoridades. Las sanciones se ejecutaron en torno a los desamparados por delitos menores. Hoy se exhiben nuevos modelos de justicia: la disculpa y el perdón, para atenuar la sanción, con el pretexto de lograr un cambio de conducta de los desadaptados que operan en el medio, incluida la Iglesia Católica.
El Papa Francisco sorprende al mundo con un llamado al perdón “por el daño y abusos sexuales causado a niños por sacerdotes católicos”. Agrega el pontífice, “la iglesia está consciente de este daño moral” y que no dará un paso atrás en las sanciones muy duras que se aplicarán en estos casos. No hay que confundir el término; el perdón no rige para los clérigos extraviados y se recomienda que el pronunciamiento clamoroso del Papa no se encierre en el claustro religioso. Si se procede a aplicar sanciones de manera particular, no se garantiza la majestad de la justicia y el respeto a los derechos humanos. El infractor vestido de cualquier rango debe ser juzgado a la luz pública de los tribunales, simplemente, en protección del prestigio institucional, la supervivencia del orden moral y la confianza del mundo cristiano.
En nuestro país, el infractor de cualquier nivel con su nueva estructura en la administración de justicia, no se escapará de su respectivo juzgamiento. Desde la vigencia de la Ley de Medios y de sus organismos como la Superintendencia de la Información y Comunicación, rigen sus atribuciones: fiscalizar, supervisar, sancionar y ordenar el cumplimiento de las disposiciones sobre los derechos de la comunicación.
Por allí, un  periodista llamado al orden por utilizar malintencionadamente los vocablos ‘marica’ y ‘negro’, presionado desde diversos ángulos, pidió disculpas por su evidente desatino. Con la decisión de personas nobles de aceptar disculpas, se corre el riesgo de que los soberbios y tercos continúen esparciendo su odio por la fragilidad de las leyes. Cuando en el fragor de la vida, el ser humano incurre en un error, precisa aceptar la enmienda, pero siempre si está decidido a cambiar de actitud para no caer en el mismo desliz.
Perdón significa dejar sin efecto, por decisión suprema, la sanción a un delincuente, criminal, violador o insultador. No merecen que se les acepte disculpas ni perdonar a los perversos y vanidosos, que ni siquiera se arrepienten de sus malévolas acciones. No hay que confundir perdón y disculpa con impunidad, que es burla a la justicia. El perdón y disculpa no borran el delito y jamás se olvidan. El Viejo Luchador, Eloy Alfaro, proclamó el perdón y olvido. El perdón funcionó, pero el horrendo crimen se perpetúa en la historia.

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