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El Telégrafo

La derecha no aprende

19 de octubre de 2012

Los grupos pro EE.UU. perdieron otra vez en Venezuela. Por 11 puntos de desventaja, tras haber inventado un escenario según el cual Capriles era un gran líder, y solo un fraude podía evitar su evidente triunfo. Perdieron por amplio margen, sin excusa ni discusión posible. Recibieron una paliza electoral. Y no fue solo la derecha venezolana, en verdad medio continente estaba pendiente de lo que allí sucedía: los más conspicuos representantes de la oposición más retrógrada de la Argentina, todos estaban en Caracas a la espera “del triunfo”. Volvieron con las caras largas.

Pero si perdieron en las urnas, intentarán empañar discursivamente la ejemplar victoria de Chávez, la número 14 en su país y cuarta por la presidencia. Tratarán de empañar el triunfo de quien se ha ofrecido a la compulsa popular y la ha ganado, muchas más veces que aquellos que tanto se precian de democráticos. Quien, incluso, ganó una votación por revocatoria de mandato, mecanismo que existe solo desde que el chavismo reformó la Constitución. Sí, se intentó destituir a Chávez por un mecanismo que sus “republicanos” opositores jamás aceptaron para sí mismos: que por mandato popular pudiera revocarse el mandato. Solo que Chávez les ganó -una vez más- en las urnas.

Leemos ahora en algún diario de derechas -de esos que gustan autodenominarse “independientes”- que Chávez estaría sosteniéndose en denostar a los gobiernos anteriores a él, y en sostener papeles de redención en los que se habría definido solo por sí mismo.

Es increíble la falta de respeto al pueblo venezolano y a los mecanismos democráticos que esa evaluación supone. El pueblo de ese país no está obnubilado por algún problema de comprensión, el cual no le permitiría saber lo que es un gobierno... ¡que hace 14 años que lo está gobernando!

Simplemente ridículo pretender que alguien pueda, 14 años después, obtener beneficio de solo compararse con el pasado anterior. Más aún, pretender que los electores venezolanos se dejan seducir por discursos vacíos, como si luego de tres lustros de gobierno no pudieran saber si los discursos se traducen o no en realidades. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, cantaba Serrat. Con razón: la contundencia inapelable de los votos se impone por sí sola, y las excusas semigrotescas para tratar de empañar el triunfo de Chávez, una vez más, quedan flotando en el vacío.

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