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El Telégrafo

La democracia bancaria

30 de julio de 2012

En medio de los enredos ideológicos de las derechas en el Ecuador, ha entrado a competir un banquero el cual postula que “otro Ecuador es posible”. En la tradición bancaria del Ecuador, el pretender conducir el país no es nada nuevo e igual luchar por el control político.

Recordemos los esfuerzos de la Revolución Juliana por poner un alto al intervencionismo bancario en la política económica; intervencionismo que instituyó una plutocracia bancaria, bajo la égida del celebérrimo Banco Comercial y Agrícola y otros como el de Crédito Agrícola e Industrial, del Pichincha, de Descuento, de Crédito Hipotecario, Territorial, Anglo Ecuatoriano, etc.

Bancos que fueron cambiando de manos, entre las mismas familias regionales que aspiraban a incrementar sus fortunas, a través del control político del Estado. La crisis bancaria de finales del siglo XX cerró un largo siglo de intervenciones directas a todo nivel de la sociedad y el Estado.

Y los banqueros han tenido que cargar con el peso del descrédito político que llevan sobre sí, sin embargo, en la época de la dolarización, son, precisamente, los bancos, uno de los sectores que más beneficios han obtenido, junto a los importadores y otros.

Beneficios no solamente de tipo económico, sino de prestigio entre los sobrevivientes de la crisis del 99. Prestigio en diferenciar, como en los viejos tiempos, una banca costeña de una banca serrana. La banca costeña convoca a ese éter del “espíritu emprendedor de los ecuatorianos”, abstracción en la que puede calzar todo un espectro de intereses ideológicos y políticos.

Pero lo paradójico es que precisamente la historia de la banca ha sido todo lo contrario al emprendimiento de los ecuatorianos, si entendemos por esto el que cada ecuatoriano busque sus propios caminos para salir de la pobreza y situarse en la clase media.

La banca ha vivido a costa de drenar los recursos de gran parte de la población con tasas pasivas y tasas activas que poco han favorecido al desarrollo del capital, y peor pensar o demostrar que han favorecido a la democratización del mismo. Las derechas como los capitalistas no son homogéneas y planas, sino que dentro de sí hay una gama enorme de tendencias. El capital bancario ha vivido del rentismo mercantil del dinero: comprar y vender dinero.

El candidato bancario llama a construir una “democracia real” y uno puede asombrarse de estas palabras, pero no son extrañas; democracia, para ellos, es sinónimo de mercado libre: porque el mercado es el centro del desarrollo humano, sin el cual no puede existir la democracia y, en consecuencia, la libertad. “Otro Ecuador es posible” no es más que convocar al viejo Ecuador controlado por el conservadurismo; el recambio de la máscara neoliberal en nuestro país.

Como en los viejos tiempos, la oligarquía bancaria sale por las calles a confrontarse con el país subdesarrollado que ella misma -junto con otros- gestó. Cara a cara con los niños, viendo en ellos los futuros emprendedores, no propietarios de acciones bancarias…

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