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El Telégrafo

La debacle de Irak

23 de marzo de 2013

Hace 10 años, como culminación de una ofensiva mediática mundial contra “las armas de destrucción masiva”, asistimos por los canales de televisión a la invasión norteamericana a Irak, la antigua Mesopotamia, cuna de la civilización. Durante días y noches se bombardearon hospitales, escuelas, colegios, redes de agua y electricidad, así como un innumerables viviendas.

El costo de vidas humanas fue alto: 4.500 muertos y 30 mil heridos y/o mutilados norteamericanos,  y cerca de un millón de iraquíes fallecidos.

Después de un decenio de ese conflicto, al que Obama calificó de “estúpido” y al que se opuso, y luego de un año de que las fuerzas norteamericanas abandonaron Irak, de acuerdo a la promesa del presidente norteamericano, la división inter-étnica y religiosa se ha acentuado y las confrontaciones entre Chiíes, Suníes y Kurdos son permanentes, expresándose a través de atentados mortales en las principales ciudades del país.

Vestigios de residuos radiactivos aún persisten. Gran parte de la población vive en condiciones de pobreza y privada de servicios básicos, y hay un millón de refugiados en las fronteras con Siria. Se habla de 100 mil millones de dólares como cifra aproximada para la reconstrucción  de lo que las potencias invasoras destruyeron.

¿Cuál fue el real motivo para la agresión? Analistas internacionales destacan la posesión de Irak de 143 mil millones de reservas de barriles de petróleo  y el afán del Gobierno de Bush de “dar una lección” a los autores del  atentado a las Torres Gemelas en 2001.

El pretexto fue la supuesta tenencia de armas químicas de destrucción masiva que, después de la guerra, se comprobó que no existían. Igualmente se estableció que Saddam Hussein – antiguo aliado de EE.UU. -, no tuvo nada que ver con el atentado perpetrado por Al Qaeda.

El Premio Nobel de Economía estadounidense, Paul Krugman,  llama debacle a la intervención de su país en Irak, y plantea que aquello fue posible porque se preparó a la opinión pública a través de una cuidadosa campaña de los sectores guerreristas, que no admitieron  la enorme oposición mundial ni las voces contrarias, descalificadas como antipatrióticas. Voceros izquierdistas europeos han instado a sus países a  “pedir perdón a Irak por una guerra ilegal e ilegítima basada en mentiras”.

Pese al evidente fracaso, el afán bélico de círculos de poder mundial no cesa. El horror de Iraq debe servir como advertencia contra vientos de guerra que pueden asolar al planeta.

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