La cultura propone múltiples interpretaciones de la realidad. Pero a nadie se le ocurriría pensar que ‘hacer cultura’ es un acto de neutralidades absolutas o para complacer a ‘amplias mayorías’. De hecho, está cargada de unas subjetividades complejas y no comporta una unanimidad, igualdad general o armonías plenas. Todo lo contrario, pero sí requiere políticas, acciones, espacios y condiciones para esas expresiones diversas.
Acosados por la banalidad, el espectáculo y el entretenimiento como sinónimos de cultura, en las ciudades parecería que basta con tener grandes conciertos para sentir que ‘se siembran’ valores, sentimientos, sentidos y hasta postulados culturales. Ya tenemos buenos conciertos, pero estamos rezagados en contar con una bienal de arte contemporáneo que dialogue con las corrientes artísticas más avanzadas. Producimos ya decenas de películas, pero la ensayística y la literatura no desata todavía esa expectativa entre los lectores locales, mucho menos en los libreros que colocan las obras nacionales en un rincón de sus grandes aposentos.
Una revolución cultural, desde las urbes, también pasa por entender que la gestión no es sinónimo de negocios y rentabilidades para pequeños grupos. ¿Nos hace falta una de gran envergadura? Por supuesto, pero no porque desde la burocracia se lance la propuesta, sino que desde los actores culturales haya una predisposición también para dejar a un lado el clientelismo y el favoritismo, como también para que los municipios entiendan por dónde conducir los recursos y las ideas sin pensar solo en pintar calles, hacer murales y uno que otro concurso para justificar el presupuesto anual.
¿En este campo cómo van a dialogar las políticas públicas entre el Ministerio de Cultura y las direcciones culturales de los municipios en esta ‘nueva’ etapa política? ¿Será suficiente decir que no hay cultura de izquierdas y derechas y, con ello, cimentar el camino del negocio del espectáculo para garantizar al mercado unos ingresos sin redistribución a los sectores excluidos por ese mercado porque no generan rentabilidad, como el pensamiento, la literatura y las artes audiovisuales?