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El Telégrafo

La cultura, energía siempre renovable

25 de abril de 2013

El Plan de Gobierno de Alianza PAIS dice, en forma clara: el reto de la Revolución Ciudadana es “cambiar la matriz productiva primario-exportadora, monopolista, desigual y dependiente, en una matriz equitativa, emancipadora y soberana, generadora de productos con valor agregado”. Para ello se propone, entre otras cosas, “gobernar los mercados”.

En el campo de la cultura eso significa dejar de ser un país mayoritariamente importador de productos culturales, sometido a las modas del mercado global del entretenimiento, para convertirnos en país creador, productor y exportador de referentes culturales propios y diversos, que gobierna soberanamente sus espacios de circulación de contenidos y dialoga con el mundo de igual a igual.

Para que esa transformación sea posible es necesario, pero no suficiente, dar cobertura de servicios básicos en el ámbito cultural: espacios públicos y comunitarios, teatros, museos, bibliotecas (Desarrollo Social). También es necesario, pero no suficiente, potenciar nuestras capacidades creativas y productivas: formación en todos los niveles de escolaridad, universidades públicas especializadas, investigación, desarrollo de conocimiento y nuevas tecnologías (Conocimiento y Talento Humano).   

La transformación del ámbito cultural requiere, además, generar políticas de fomento a la producción (fondos, estímulos tributarios, estrategias de financiamiento y crédito) y articular esas políticas con la regulación de los espacios de circulación, es decir, gobernar los mercados de la cultura, especialmente la esfera mediática, donde persiste (a nivel mundial) una lógica “monopolista, desigual y dependiente”.

Para que esta transformación ocurra son necesarias instituciones fuertes y un marco legal especializado y consistente. La experiencia de otros países de América Latina es clave.  En el ámbito audiovisual, por ejemplo, en Argentina (donde hay una Ley de Cine y una Ley de Medios consistentes), Cristina Fernández declaró, en 2012, a la cinematografía como actividad industrial, permitiéndole acceder a los beneficios propios de las industrias estratégicas del país.

El actual gabinete de la Revolución Ciudadana considera sectores estratégicos a la energía renovable, la no renovable, las telecomunicaciones y el agua.

El gabinete de la transformación tendría que tratar a la cultura y el patrimonio cultural como estratégicos, no solo por su rol determinante en el cambio de la matriz productiva, sino, además, porque constituyen la energía siempre renovable que nutre el sentido de nuestra vida individual y colectiva.  

La cultura y la memoria son, después de todo, las fuentes que nos permiten preguntar qué somos pero, sobre todo, imaginar y construir lo que podríamos llegar a ser.

* Cineasta y ex asambleísta constituyente

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