Publicidad

Ecuador, 27 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

La cultura democrática

20 de mayo de 2013

Ante la mayoría parlamentaria abrumadora que el electorado dio al movimiento gobiernista, los actores políticos mediáticos-privados han recurrido a denostar dicha mayoría y con un sesgo patriarcal juzgar la capacidad de las mujeres que ya conducen la nueva Asamblea.

Y ese sesgo ha pasado por preguntarse quién está detrás de ese poder; por condenar una relación entre Ejecutivo y Legislativo, por lo demás obvia y necesaria, ya que expresan un solo proyecto político en el poder. Y como no faltaba más, ahora esos actores mediáticos opositores han recurrido a la categoría de “cultura democrática” para indicar que la nueva mayoría carece de la misma.

En un país como el Ecuador, con una historia sumamente compleja de dominaciones diversas y vasallajes violentos; una historia de opresiones sistemáticas y estructurales, de poderes locales hacendatarios, aún presentes en la mentalidad de las viejas élites y sus agentes ideológicos, hablar a la ligera de cultura política resulta paradójico. Estos medios reclaman una cultura política democrática basada en el pasado, en un pasado que fue positivo para ellos, precisamente porque fueron de muchas maneras beneficiados del prestigio que las élites otorgaban.

Entonces su cultura democrática pasa porque se mantengan sus privilegios a costa de sacrificar el presente y futuro de las mayorías. Son  claras las intenciones de reconstruir la historia o  de mantener su capacidad de hacer historia a su imagen y semejanza, pero lo bueno es que la memoria social perdura y emerge a cada instante recordando los tiempos de oprobio. 

La cultura democrática es una construcción continua en disputa por toda la sociedad y no la marca registrada de ciertos sectores privados; dicha cultura democrática no puede sostenerse en privatizar la esfera y la opinión pública o privilegiar la pureza idealista de las instituciones mientras las mayorías aún padecen los riesgos continuos de la concentración de la riqueza en pocas manos. Una cultura democrática en construcción exige modificaciones en el diseño institucional centrado en lo humano-naturaleza y no en la maquinaria de acumulación capitalista.

Por lo tanto, la cultura política en una sociedad del Buen Vivir exige restituir a los pobres y un orden donde las instituciones sean medios para el bien colectivo-comunitario e individual, pero no para los cultores de una democracia artificial, banal, moralizante y sin contenido. El pueblo, lo popular que atraviesa a todos los grupos sociales, debe nutrir la cultura democrática como síntesis de las culturas, de la diversidad y heterogeneidad que caracteriza al Ecuador. Aún estos actores mediáticos privados no logran despegarse de ese horizonte de sentido racial y patriarcal, donde solo ellos pueden tener voz y las mayorías deben permanecer silentes y, en el mejor de los casos, ser meros personajes de sus literaturas folclóricas. Por eso es necesaria una revolución cultural que mine la sociedad de los patriarcas y gamonales.

Contenido externo patrocinado