La seguridad ciudadana se ha convertido en la principal variable para determinar la calidad de la democracia en América Latina. Los informes del Latinobarómetro y las –cada vez más constantes– noticias de “crónica roja” proyectadas por la mayoría de los medios de comunicación, no solo han estimulado el giro de la agenda de quienes hacen política, sino también de quienes se dedican a la investigación académica, e incluso, de quienes participan influyentemente en el mercado.
Y aunque ninguno de estos sectores defina lo que es exactamente la seguridad ciudadana, todas sus estrategias apuntan a reducir la “inseguridad”. Los bancos envían con frecuencia mensajes para retirar de forma “segura” el dinero de sus agencias o cajeros; las aseguradoras colocan más cláusulas sobre el robo para que la propiedad de sus clientes circule o quede “segura”; y los municipios y la Policía inauguran más puestos de auxilio para que la ciudadanía se sienta “segura”.
La necesidad de la indefinida seguridad, sin embargo, lleva consigo las demandas para combatir la inseguridad. El grado de coherencia y racionalidad de las propuestas dependerá de cuán mayor o menor sea el poder punitivo que queremos. Por ello se habla de la cuestión criminal y no la cuestión penal, pues no solo se trata de ver en el Código Penal y sus reformas la Biblia de la Seguridad –es decir de qué hacer y cómo comportarnos frente al delito–, sino de abordar el fenómeno criminal de forma integral, tocar aspectos aparentemente imperceptibles de nuestro sentir (in)seguro; y reflexionar como ciudadanía y estado sobre el poder punitivo que tuvimos, tenemos y tendremos.
Este análisis no puede estar en mejores manos que las del maestro Eugenio Raúl Zaffaroni, que acompañará durante algunas semanas, no solo una audiencia de profesionales o investigadores, sino especialmente de quienes en el día a día, detrás de un televisor o en el trajín de la calle, negocios, hospitales, juzgados o cárceles viven las complejas dinámicas de la “inseguridad” ciudadana. La cuestión criminal entonces nos convoca a todas y todos, quizá como un momento para pensar y decidir hacia dónde vamos y qué tipo de sociedad queremos.