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El Telégrafo

La crisis del sistema capitalista y la Unión Europea

22 de enero de 2014

En la actualidad, nada es más perceptible que la crisis de países otrora representantes de fortuna y ‘desarrollo’. Ese fue durante años el maquillaje de los ‘estados de bienestar’  que en algunos países europeos hoy está siendo desmantelado, con recortes en salud y educación pública, antes fuertemente fortalecidas por gobiernos socialdemócratas.

Los efectos de la crisis recaen sobre los más débiles con despidos masivos, disminución de presupuestos en áreas sensibles, reducción del tamaño del Estado, inyección al capital privado, crédito eterno y otras políticas destinadas a controlar la depresión económica.

Es aquí en donde jóvenes y los trabajadores son más golpeados, presa del desempleo y la estafa; mientras que otros -la minoría- son intocados. Situación que comprueba una vez más la tesis de que el equilibrio del capitalismo se basa en las profundas desigualdades que genera.

La situación actual de Europa induce al cuestionamiento de los pilares de estas sociedades de bienestar: el consumo y la deuda. El primero en la construcción cultural del ser humano y la segunda en su vida diaria, que atrapa y oprime.

Lo que hoy palpamos es para América Latina su propia mirada, pues hace más de una década vivimos: feriados bancarios, altas tasas de desempleo, falta de políticas productivas y deuda eterna.

El Estado premoderno, la liberalización de la economía, la pobreza, desempleo, subempleo, migraciones y entreguismo fueron la tónica del mal llamado ‘tercer mundo’. Lo que ratifica que la crisis del capitalismo es sistémica y cíclica. El capital migra, crece y se quiebra cada cierto tiempo, la crisis no es el fin sino la ocasión de recomponerse. Bajo esta lógica solo el dueño del capital será quien logre estabilidad en este proceso.

Sin duda nuestro continente está en otro momento, ¿pero cuál es la garantía para no volverlo a vivir?; evidentemente todas las reservas que guardemos para nuestros avances alcanzados en lo económico, político, social y soberano.

Derrotar los nomos del sistema tiene que ver también con las relaciones comerciales y la precaución en cada acto o contrato que se suscriba. Reserva fundamental en tratados como el que se pretende negociar con la Unión Europea, pues Ecuador no es un país que haya superado todos los rezagos del Consenso de Washington, no se han dado las transformaciones estructurales necesarias para garantizar por completo -en medio de estas relaciones comerciales- a nuestros pequeños productores, al campesinado, la biodiversidad, el control del sistema financiero, entre otros. De ahí que el llamado de las organizaciones sociales es pertinente, mucho más cuando conocemos en carne propia lo que significa jugar con las reglas del sistema, con las reglas de los ‘desarrollados’  y poseedores del capital.  

El pasado siempre puede servir para iluminar el presente, tomar mejores decisiones y construir un futuro con esperanza y dignidad en igualdad de condiciones.

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