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El Telégrafo

La crisis actual (I)

21 de mayo de 2012

Con la crisis bancaria de 2008 se inicia un problema de alcance global, que afecta a la sociedad, la política mundial y la naturaleza. La misma se hace patente en 2007, cuando se evidencia la imposibilidad de cobrar los créditos otorgados a deudores poco solventes (prestamos subprime); lo peor del caso es que nadie conoce el monto de los certificados empaquetados y que circulan por todo el planeta con un riesgo financiero individualizado, ni la posibilidad de cobrarlos; algo semejante pasa con las grandes empresas, que tienen dificultad para saldar sus fuertes vencimientos.

Hoy se conoce que los bancos de inversión hicieron estas estafas premeditadamente y embaucaron a sus clientes vendiéndoles bonos con datos distorsionados, logrando ocultar eficazmente sus problemas contables. Así actuó, por ejemplo, Lehman Brothers, la que poco antes de su colapso ocultó en sus balances 50.000 millones de dólares de activos con problemas. Este método fue copiado por muchos gobiernos que buscaban evitar restricciones a su endeudamiento. Un ejemplo es Grecia, que evadió los controles de la Unión Europea, lo mismo hizo Portugal para obtener préstamos del Deutsche Bank.

Todo esto echó a rodar una bola de nieve que comenzó en los pequeños bancos de los Estados Unidos para, finalmente, hacer tambalear a todo el sistema financiero mundial, desatando la sensación generalizada de que pronto sobrevendrá el colapso global. La pesadilla se volvió de espanto cuando Dubai, al inicio de 2010, cesó el pago de sus obligaciones, pues los jeques despilfarradores no pudieron cancelar sus deudas.

Los préstamos inmobiliarios, importante factor de esta crisis, ocurrieron porque los inversionistas asumieron irresponsablemente que la caída de los precios de las viviendas era un evento con una probabilidad casi nula de ocurrir. Los banqueros convirtieron esta suposición en un dato objetivo y operaron con un apalancamiento de cincuenta a uno.

Las agencias privadas de calificación, que establecieron el valor del riesgo de las hipotecas y los bonos, y las regulaciones que permitieron a la banca determinar sus propios índices de requerimiento de capital son igualmente culpables por considerar olímpicamente que el mercado puede generar de manera automática la mejor información posible, esta suposición malogró el cálculo del riesgo financiero. La banca ignoró adrede el riesgo originado por la eliminación de ciertas normas bancarias e hizo préstamos que formaron una cadena infinita de tenedores de títulos.

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