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El Telégrafo
Melania Mora Witt

La construcción del socialismo

07 de febrero de 2015

Fidel Castro, en una de sus reflexiones, reconoció que nadie tiene la receta para construir el socialismo. Aunque este haya sido el sueño secular de la humanidad desde los griegos y luego, siglos más tarde, con los utópicos, hasta que el propio desarrollo del capitalismo condujo a la agudización de su contradicción fundamental, entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de los medios que los elaboran, conduciendo a incontables políticos y filósofos a esbozar la salida de una organización social injusta, donde una minoría vive del excedente arrancado a los trabajadores, globalmente considerados.

Marx y Engels proporcionaron herramientas teóricas para descubrir la esencia de este modo de producción, en el cual la burguesía es la clase dominante. A partir de una de sus creaciones, el Materialismo Histórico, determinaron que el capitalismo era una sociedad que sucedió a la feudal, esta a la esclavista y aquella a la comunidad primitiva; así como las formaciones anteriores tuvieron inicio y fin, plantearon que igual ocurriría con la capitalista. En sus obras, y sobre todo en su acción política, procuraron cumplir con su famosa frase: “Hasta ahora los filósofos se preocuparon de comprender el mundo; ahora hay que transformarlo”.

La historia determinó que el ensayo de una nueva organización social se llevase a cabo en Rusia, sumamente atrasada dentro del panorama europeo de entonces y no en las florecientes Inglaterra o Alemania como ellos esperaban. Lenin consolidó lo que se llamó la Unión Soviética y en medio de avatares como la Segunda Guerra Mundial, ese país avanzó en su modernización, hasta ponerse a la par con Estados Unidos en el desarrollo científico. Los norteamericanos, que se fortalecieron con el conflicto, declararon guerra a muerte a ese intento; se emplearon todas las armas, menos las nucleares y, en esa competencia, la URSS no pudo mantener muchos de sus principios ni su desarrollo. En 1990, ‘implosionó’ el denominado socialismo real y, aparentemente, el capitalismo se impuso como la única vía posible.

Algunos países, como China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba en América Latina, se mantuvieron en sus principios. Cada uno con perspectivas diferentes, correspondientes dialécticamente a su propia realidad. Los hechos que se dieron posteriormente confirmaron la necesidad de un orden social más justo. Y en ese empeño, algunos países sudamericanos iniciaron la construcción de lo que en términos corrientes se denomina el socialismo del siglo XXI. En ese proceso hay grandes obstáculos, desde el interior y el exterior.

Las clases dominantes, siempre aliadas al capital internacional, maquinan desde dentro para la destrucción del proyecto, mientras desde las grandes potencias se dan muchas directrices y ayudas en tal sentido.

Aún en medio de contradicciones y errores, los gobiernos progresistas avanzan y siembran en los pueblos la certeza de que el socialismo es la alternativa. Uno que “no sea calco ni copia sino creación heroica”, como planteó Mariátegui.

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