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El Telégrafo

La coeducación

22 de septiembre de 2012

“La Tierra no se mueve y sin embargo se mueve” respondía Galileo Galilei a los inquisidores que le juzgaban por defender la teoría copernicana del heliocentrismo. Guardando las distancias, podríamos decir algo similar respecto de la educación nacional. Parece que no cambia y sin embargo está cambiando.

Con bastante admiración en los últimos días hablan los medios del establecimiento de la coeducación en el país, un intento que en otras ocasiones no se pudo generalizar debido a los prejuicios en boga. Esta vez, aun los colegios intransigentes que se negaban a volverse mixtos han tenido que acogerse a las disposiciones ministeriales emanadas de la Ley de Educación Multicultural, en vigencia.

Este avance pedagógico aporta un dato más sobre el cambio de época que predica el Primer Mandatario. Permitir que chicas y chicos aprendan juntos, compartan el estudio y el esparcimiento, emprendan desafíos en diferentes campos del saber, les dará oportunidad de conocerse mejor, desvirtuar mitos y estereotipos en cuanto al género; aprenderán a respetarse, valorarse y trabajar en proyectos comunes, en igualdad de condiciones. Este solo hecho tiene un valor destacable para su vida  futura, tanto a nivel doméstico, como laboral y ciudadano.

Mas, creo que la coeducación apenas se inicia porque en rigor se debería aspirar a construir la institución escolar coeducativa en el marco de un sistema escolar coeducativo. Creo que la coeducación no es una innovación pedagógica que se pueda conseguir completamente, solo por convivir bajo un mismo techo y tener el mismo profesorado. Me parece que ese es el punto de partida, el puerto de embarque.

La destrucción del sexismo escolar, fuente de la desigualdad social, con su secuela de comportamientos inequitativos, agresivos e injustos, exige el examen completo de la carga androcéntrica del currículo y del lenguaje cotidiano y textual, más allá de la duplicación monótona de los sustantivos o artículos en masculino y femenino.

La erradicación del sexismo en el campo educativo significa buscar la igualdad respetando la diferencia. Conlleva revisar el marco legal y la organización escolar para eliminar la división sexual del trabajo y la distribución desacorde de los espacios. Por supuesto, implica la re-formación de la docencia que ha de actuar desde una matriz de certeza, convencimiento y sensibilidad. Además, obliga a vencer las resistencias a los cambios de los responsables de familia. Con todo este esfuerzo transformador podríamos aspirar a que el puerto de llegada sea un mayor contingente de personas educadas para sostener la paz, la democracia y la armonía familiar.

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