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El Telégrafo

¿La ciudadanía se apropia de la comunicación?

29 de diciembre de 2013

Con la aprobación, este año, de la Ley de Comunicación se fueron al piso muchos mitos y prejuicios. Y al mismo tiempo saltaron a escena otros valores, tradicionalmente ajenos al debate de los medios comerciales y conservadores.

La pedagogía fundamental ha sido entender que la comunicación, el periodismo y la información no son cualquier cosa ni privilegio de unos cuantos supuestos expertos o de unos pocos talentosos en escribir. Algo más: que informar requiere unas normas y unos límites. Pero mucho más: la ciudadanía entiende mejor el peso de contar con un medio de comunicación privado, cómo funciona si se lo administra con una ética para servir y no para favorecer a un grupo o a una empresa. Y ahora, con la existencia de medios públicos y comunitarios, valora la diferencia para entender, con mejores argumentos, la esencia del periodismo: servir, explicar y generar estímulos para pensar y tomar decisiones reflexivas y argumentadas.

Posiblemente este año, además, para periodistas, editores y dueños de medios de comunicación sea el más significativo para entenderse e imaginarse un oficio con mejores herramientas y argumentos.

Y no es que ocurra solo en Ecuador: con las revelaciones de Edward Snowden, el rol de varios medios, el aparecimiento de portales y periódicos digitales, canales en la web, entre otros, el mundo mira a la comunicación como un espacio más democrático y no de unos pocos predestinados a decirle la verdad -su verdad- al mundo.

Por acá tenemos un debate que ya no se somete al falso dilema de que una ley elimina la libertad de expresión y la ausencia de norma garantiza un mejor periodismo. Ahora de lo que debatimos es si la publicidad debe imponer valores para el consumo, si el sexismo, racismo, homofobia, xenofobia y hasta violencia son la razón de ser de cierta prensa para proclamarse la más comprada. O también para generar producción nacional, darle valor agregado a la tecnología y a los contenidos.

Bastaría revisar ratings bien hechos, con una muestra nacional, para entender cómo ha variado el ‘consumo’ de prensa en Ecuador y cómo esas audiencias entienden de otro modo al propio periodismo. Y en ese contexto también podrían salir al aire algunas claves del proceso político ecuatoriano para que no sigamos creyendo que la prensa privada y comercial es la única que tiene la autoridad ética de lo que debe hacerse o no en este país. Porque nadie va a dudar de que el sentido profundo de la comunicación es participar de los procesos sociales, no solo acompañándolos sino aportando con los argumentos, los escenarios y las condiciones para forjar la ciudadanía a todo nivel.

Por eso, este año la comunicación tuvo como momento pleno no solo la ley, sino también a una población más preparada para ejercerla como derecho.

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