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El Telégrafo

La ceremonia del adiós

11 de enero de 2014

En la obra de Simone de Beauvoir con el título que encabeza este artículo, la escritora relata la respuesta a sus amigos después de la muerte de Sartre: “…Eso no puede decirse, no puede escribirse, no puede pensarse; se vive, es todo…”.  Tras pasar por un golpe traumático similar, guardando las distancias, puedo testimoniar la verdad de sus palabras.

Para cumplir con su deseo expresado muchas veces, hace pocos días entregamos a las aguas del río Chone frente a Bahía de Caráquez, las cenizas de Juan. Junto a mis hijas, yerno y nieta y con la presencia de Nery y Cindy -sus sobrinos queridos- nos alejamos del muelle en una lancha manejada por gente experta y modesta, que respetó nuestro dolor. Inés regó de flores el rastro de ese polvo amado que se quedaba allí. Le añadió una botellita con un mensaje en el que le expresaba su amor, el cual fue posiblemente el mejor homenaje que Juan recibió.

No tuvo una vida fácil, pero fue la que él quiso. Quienes lo estimaron lo recordarán como lo que era fundamentalmente: un hombre bueno.A pesar de haber visitado su ciudad natal en varias oportunidades, nunca la vi tan bella. Ha crecido sin perder paz y tranquilidad; en ella la vida parece transcurrir con menos prisa. Imaginé cómo sería Juan cuando niño y adolescente; casi lo miraba como debió ser entonces: inquieto y soñador, sencillo y amigo desde entonces de las causas justas. No tuvo una vida fácil, pero fue la que él quiso. Quienes lo estimaron lo recordarán como lo que era fundamentalmente: un hombre bueno. Creo que alcanzó muchos de sus anhelos y sueños, a pesar de que se cortó su hálito vital antes de que pudiera coronar proyectos que quedaron truncos y que trataremos de concluir.

En la tarde, de manos del alcalde Mendoza, acompañados por Alfonso Delgado, amigo desde sus años de estudiante, su esposa y dos de las  compañeras de colegio que viven en Bahía y algunos concejales, recibí la placa que el Municipio le entregaba post mórtem. Nuestra familia asistió emocionada y ratificamos la decisión de cumplir con su voluntad de entregar como donación al museo de esa ciudad una selección numerosa de las mejores obras de arte de su galería, lo cual se realizará tan pronto como sea posible. Igualmente sus libros de arte serán entregados en forma gratuita al MAAC de Guayaquil.

No queda sino un inmenso gracias a la vida por permitir que nos encontráramos y pudiéramos recorrer juntos  los mejores años de nuestras vidas. Habrá que seguir, el tiempo que haga falta, hasta que seamos una sola ceniza, que siguiendo el poema de don Francisco de Quevedo, “polvo será, mas polvo enamorado”.

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