En la Casa de la Cultura Ecuatoriana se ha iniciado un proceso eleccionario para escoger sus autoridades nacionales: Presidente, Vicepresidente y Secretario General. Como todo proceso electoral, el de la institución despierta interés en grupos y personas, expectativas diversas, aspiraciones legítimas y -por qué no- determinadas ambiciones. En este caso se perfilan líneas que prometen más de lo mismo o que, por el contrario, postulan la necesidad de una profunda renovación en las políticas internas y externas de la Casa de Benjamín Carrión.
¿Más de lo mismo? Bueno, hay que partir del hecho real y positivo de que la Casa de la Cultura, creada hace 68 años, continúa siendo el principal referente de la cultura nacional, dentro y fuera del país, pues a ella se asocian grandes logros en el campo del arte y la literatura, así como el surgimiento de nuevas figuras de la creatividad, debiendo anotarse como conquista trascendental la construcción de núcleos provinciales que cubren el mapa del Ecuador. Pero por encima de ello, se constata cierto anquilosamiento institucional, remanentes de elitismo, ausencia de políticas interculturales, desaprovechamiento de condiciones para generar ingresos propios, ya mediante iniciativas locales, ya invocando y obteniendo cooperación internacional. Esto en un ligero vistazo de vicios, defectos y falencias.
Ya que hablamos de los núcleos provinciales, debemos anotar que hay una ausencia demasiado prolongada y, desde luego, completamente injustificable: la provincia de Pichincha, entre todas las demás, la “Cenicienta” de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Época hubo en que la matriz, con sede en Quito, podía conducir toda la gestión institucional, pues existían pocos núcleos provinciales que atender y la población capitalina era relativamente escasa, mas el crecimiento demográfico del país, y especialmente de Quito, convirtió en necesidad imperativa la formación del Núcleo de Pichincha, favorecida, de paso, por la Ley Orgánica de la Casa de la Cultura que faculta la creación de núcleos en todas y cada una de las provincias.
En virtud de ello, hace más de tres años, la Junta Plenaria (máximo organismo directivo) resolvió la creación de núcleos en Pichincha, Santa Elena y Santo Domingo de los Tsáchilas. Los tres fueron creados, habiéndose dado en Quito, para constituir el primero de los nombrados, una serie de asambleas perfectamente legales y convocadas públicamente, integrándose un directorio presidido por el maestro Rubén Guarderas, destacada figura del arte nacional y director del Ballet Nacional.
Desgraciadamente, por causas poco claras, los órganos directivos han trabado su funcionamiento a tal punto que la única provincia del Ecuador que no puede participar en la elección de sus máximos dirigentes es justamente Pichincha, donde se concentra la mayor cantidad de los gestores y creadores culturales del país. Y esto que en el corazón de la provincia de Pichincha está Quito, capital de la República y reconocida Capital Americana de la Cultura, ¿Será necesario que una bondadosa hada madrina y un príncipe enamorado salven del ostracismo a esta “Cenicienta”? No, pues, sino que prevalezcan las leyes, la razón y la democracia.