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El Telégrafo

La Casa de la Cultura Ecuatoriana (1)

09 de febrero de 2012

Creo que esta es una buena hora para preguntarnos: ¿Hacia dónde va la CCE? ¿Cuál es el destino que le espera? Y estas inquietudes surgen no solo por el hecho de que se encuentra en trámite una nueva Ley de Cultura, que transformaría a la Casa en una entidad dependiente del Ministerio de Cultura, sino porque la misma institución no logra encontrar, desde hace años, una ruta para salir de esa triste situación en la que se halla.

Creada para ser una entidad motora de la cultura ecuatoriana, que investigara e impulsara los procesos sociales que la generaban y difundiera los logros de los creadores, fue durante algunas décadas un verdadero faro de luz, cuyo resplandor llegaba hasta los demás países de nuestra América. Pero luego fue atenuándose lentamente, al calor de las intervenciones dictatoriales y también bajo el peso de un burocratismo denso e ineficiente.

La verdad es que, en las últimas décadas, la Casa matriz ha perdido la imagen social, el peso específico y los horizontes de otrora. Lo que fuera su gran editorial, afamada por la calidad intelectual de sus productos, es hoy una especie de gran imprenta pública, en la que se publican tanto obras de importancia como libros de compromiso. Sus notables museos permanecieron cerrados por décadas y hoy no son visitados por nadie. Y sus nuevos edificios, bellos de mirar por fuera, hoy albergan espacios semiabandonados e instalaciones ruinosas. Unas pocas colecciones bibliográficas de primera clase y una excelente revista están entre lo poco rescatable, a lo que se agregan los esfuerzos del nuevo director de la Biblioteca Nacional.

Desde luego, hay que diferenciar la situación de la Casa matriz y los núcleos provinciales, pues estos son, en general, entidades dinámicas y altamente valoradas en su respectiva jurisdicción.

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