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El Telégrafo

La cara oculta de los medios

04 de enero de 2013

Los medios, cuando no son estatales o comunitarios, son empresas privadas que se rigen (como cualesquiera otras en el capitalismo) por las reglas del lucro. De tal manera, su lógica mercantil los lleva a ser renuentes a las mejoras laborales de sus trabajadores, pues ellas disminuyen los índices de ganancias de los propietarios y accionistas.

De tal manera, los aumentos de salarios de los periodistas no son -al menos mayoritariamente- bienvenidos. La oposición patronal a tales aumentos no es rara en ningún sitio del mundo y por cierto que abunda en nuestros países latinoamericanos, así como también la resistencia a aceptar la organización sindical de los periodistas. Esto, al menos en Argentina, es bastante habitual, y seguramente lo es en la mayoría de Latinoamérica (teniendo en cuenta que Argentina es uno de los países con más consolidada trayectoria de organización sindical en la región).

Menos aún se respetan los derechos de los trabajadores de prensa -o de medios electrónicos- cuando alguno de ellos piensa de manera diferente a la decidida por los dueños del medio. Como es obvio, nadie podría escribir en un medio contra los intereses de los dueños de ese medio. Digo que es obvio, pero no debiera serlo, para esos propietarios que se autoerigen en “dueños de la libertad de expresión”. Libertad que ellos entienden rige solo para los propietarios, no para los trabajadores.

Y si, por razones ideológicas, editoriales o económicas los periodistas son expulsados de sus cargos, sus posibilidades de protesta son mínimas. Justo ellos, siempre tan escuchados, no tienen medios privados dónde manifestarse, pues en este tipo de cuestiones la solidaridad interpatronal suele ser total. Silencio cómplice de los medios hegemónicos, que rarísima vez informan de los conflictos entre periodistas y otros medios similares al propio. Menos aún, por supuesto, dicen nada sobre lo que pasa en su propio espacio, el cual carece de la más mínima transparencia para la comunidad, que nada puede saber al respecto.

Este es el lado oculto de la pretendida “libertad de prensa”, cuando ella no es otra cosa que un eufemismo por “libertad de empresa”. Si de mostrar la verdad se trata, empecemos por los pasillos de los medios privados, esos sobre los que nadie -más que los directamente implicados- puede saber nada. Y veremos que son menos prolijos los caminos de quienes a menudo denuncian, que los de aquellos que son denunciados por los titulares habituales de esos medios, ya sean gráficos o electrónicos.

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