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El Telégrafo

La caída de las cumbres

30 de octubre de 2013

Ciertas cumbres internacionales han perdido todo sentido, como la Asamblea Anual de Naciones Unidas o la Cumbre Iberoamericana. Así mismo, todo el sistema de la Comunidad Andina (CAN) ya se encuentra en el mismo estado. Pero no es verdad, y menos todavía deseable, que todas las cumbres internacionales ya no sirvan para nada.

La XXIII Cumbre Iberoamericana realizada en Panamá fue, claramente, un fracaso. Es un espacio que se encuentra agotado. Como ya no tiene contenido propio, la única decisión “trascendente” que tomó fue espaciar sus reuniones cada dos años, en vez de uno. Por obvias razones, ya no puede seguir liderado por España, con todos sus problemas políticos y económicos a cuestas.

La ausencia del rey Juan Carlos (convaleciente todavía de una operación de cadera) expresa ese agotamiento. Por otro lado, ese espacio siempre tuvo un tufito a “Madre Patria”, a vieja relación colonial inviable e improductiva. Es claro que la política exterior de Rajoy hace tanta agua como la interna.

La Comunidad Iberoamericana de Naciones tiene como propósito buscar caminos de encuentro, desarrollar empresas comunes, construir una Comunidad próspera, libre y democrática; una Comunidad abierta a los valores trascendentes, una Comunidad solidaria y plural, en palabras de Francisco de Asís Oterino, superior del Monasterio de Guadalupe, Extremadura, donde se suscribió la Declaración de Guadalupe. Para esto, por iniciativa de los gobiernos mexicano y español, en julio de 1991 se realizó en Guadalajara, México, la Primera Conferencia Hispano-Luso-Latinoamericana.

En el balance global, el resultado de Panamá podría verse como favorable para los reales objetivos integracionistas de América Latina

Pasado el tiempo, la última cumbre fue una reunión de la que estuvo ausente la mitad de los jefes y jefas de Estado y de Gobierno convocados. Acudieron, entre otros, los mandatarios de México y Colombia, los más empeñosos en la Alianza del Pacífico, por lo que también se podría hacer otra lectura: la avanzada norteamericana con esa alianza (la antítesis de la integración perseguida por Unasur o por la Celac) no tuvo el eco que esperaba en ese foro, por tratarse de un cónclave vacío.

No hubo participación al más alto nivel de Argentina, Cuba, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. La ausencia de Chile se debería al proceso político que ocurre allá y a la euforia que ha causado la inclusión del país en el Consejo de Seguridad.

En el balance global, creo que el resultado de Panamá podría verse como favorable para los auténticos objetivos integracionistas de América Latina, que deben resolverse en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) o en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Es allí donde se debe presionar a las puntas de lanza del librecambismo latinoamericano (Chile, Perú, Colombia y México) para lograr un proceso más integracionista.

En este punto es necesario reflexionar si acaso esas cumbres comienzan a fracasar cuando expresan los intereses de los grupos económicos dominantes en cada país, antes que los intereses de los pueblos.

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