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El Telégrafo

La bici callada

27 de diciembre de 2011

Ya es diciembre 2011. Han pasado 15 años desde que el tema de las bicis irrumpió en el escenario público. Esporádicamente y empezando con los viernes de pedales llevados a cabo por los autodenominados Furiosos Ciclistas de Quito, provenientes en su mayoría de la organización Acción Ecológica. Y con fuerza a partir de la implementación del Ciclopaseo Integrado de Quito en abril de 2003, gracias al esfuerzo de varias organizaciones ciudadanas (Biciacción, Ciudad, Acción Ecológica, Club Correcaminos, entre otros) por incentivar la bicicleta como modo de transporte en la ciudad. En aquellos tiempos nadie tenía mucha idea de qué significaba incorporar a la bicicleta como parte del sistema de transporte en la ciudad.

Tanto en el Municipio capitalino como en las organizaciones sociales, solo había una vaga noción por dónde ir. Se firmaron acuerdos de cooperación, se hicieron cursos de capacitación, se organizaron ciclos de películas, competencias urbanas de down hill, paseos turísticos fuera de la ciudad, se invitaba a personalidades a salir al ciclopaseo y se destinaron más recursos para su realización pensando que  iba a generar una cultura ciclística en la ciudad.

Poco a poco el ciclopaseo de Quito fue calando en la cotidianidad dominical de los quiteños, pese a las quejas de algunos “ciudadautos” que no pueden dejar su petromóvil hasta en domingo. Ahora está más que posicionado y a cargo de otra organización ciclística. En  2004 se inició la construcción de algunos tramos de la red metropolitana de ciclovías Ciclo-Q. Unos 13 km en el sur, y unos 11 en el norte, tomándolos como vías de transporte. El resto fue incorporado como alternativas de recreación en parques y en el valle de Cumbayá (Chaquiñán).

Pero el Plan Maestro de Movilidad preveía un incremento cuatrienal del 25% hasta  2017. En  2009, con el cambio de administración, el proceso se detuvo. Pese al incremento de más organizaciones ciclísticas en el DMQ, sea por atomización o multiplicación, el número de ciclistas en las calles sigue igual. El 000,1% de los desplazamientos en el DMQ serán en bicicleta.

No hace falta hacer estudios para darse cuenta de que la cosa va de mal en peor. Los autos crecen y crecen. Y con ellos las vías que los protegen y movilizan. Los ciclistas aún somos un ente extraño, esporádico, propio de jóvenes rebeldes, hippies o ecologistas, según los automovilistas, “que con el paso del tiempo madurarán y se comprarán un auto para continuar con el ciclo de vida”.

Y han pasado 15 años. En esta ciudad con más organizaciones ciclistas que la misma Holanda, no se ha logrado incidir en las verdaderas políticas de movilidad. La red de ciclovías para Quito se quedó en los 22 km que se hicieron de la troncal norte y troncal sur. La semana de la movilidad ha pasado de ser un espacio público de cuestionamiento al modelo imperante de movilidad, a ser un lugar de eventos para que funcionarios públicos y representantes de organizaciones ciclísticas se tomen la foto a cualquier precio. El exiguo porcentaje que se destina a transporte no motorizado sirve para financiar proyectos sin incidencia, desarrollando una política clientelar neutralizadora de cualquier intento por retomar las acciones de presión ciudadana. A esto hay que agregarle la “autocensura” en la que se encuentra el pensamiento progresista, sea porque está comprometido como burócrata o como consultor.

Esta realidad donde los peatones han sido descuidados, donde los ciclistas han hecho masa crítica en la plataforma equivocada, donde los conductores han mejorado su hegemonía y donde la gente se ha dedicado a aplaudir y mirar a otra parte, es la que ahora se hace sin perturbar la preeminencia del auto privado en las ciudades. Esto es, va a ser imposible que, bien sea vía persecución y multas, bien sea vía educación y llamado a la empatía, consigamos cambiar el estado de las cosas si las medidas siempre tienen los mismos destinatarios: las 4 ONG de TNM que existen en el DMQ.

No se puede cambiar una realidad trabajando con una minoría que hasta el día de hoy sigue siendo marginal. Es hora de mirar al asunto de frente y de coger al toro por los cuernos. Hay que meterle mano al auto particular, en alianzas y acuerdos con el sector privado, las escuelas y universidades, las escuelas de conducción, el Consejo Nacional de Tránsito, los ministerios y el sector público en general, los transportistas, en fin, un sinnúmero de actores necesarios para cambiar la dinámica de fuerzas y relaciones de la movilidad y el transporte en Quito.

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