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El Telégrafo

La Amazonía, ese gran escenario de la disputa política

29 de septiembre de 2013

La Amazonía (la que cubre a casi todos los países de América del Sur) ha sido un espacio de disputa política desde antes de la llegada de los españoles y portugueses. Su historia es larga y cargada de fábulas y hasta de vacíos.

Hasta ahora no sabemos todo lo que contiene y todo lo ocurrido en sus entrañas desde que el hombre apareció en el planeta como una especie más de las millones que lo habitan.

En Brasil hay candidatos a alcaldes y hasta una ambientalista aspirante a la presidencia que han generado un conjunto de miradas y políticas para armonizar el desarrollo de su sociedad con el cuidado con su gran “patio trasero” que es la selva amazónica en la que viven decenas de pueblos en aislamiento voluntario. Algo parecido pasa con Venezuela, Ecuador, Perú, Colombia y Bolivia.

En cada uno de esos países hay “conflictos” políticos alrededor de una pregunta que ronda en todas las cabezas: ¿qué hacemos con la Amazonía si de ella dependemos para oxigenar al planeta, pero también para salvar a los pueblos no contactados y a la vez proveer de recursos al resto de habitantes de todos esos países que han vivido más de 500 años de colonialismos de toda clase?

Por eso el escenario del conflicto que es la Amazonía en toda la región pasa porque allí hay agua, petróleo, minas, vegetación y animales para que el ser humano desarrolle sus disímiles civilizaciones.

En esa región hay grupos humanos con intereses económicos y políticos que quieren controlar y administrar esa geografía desde sus visiones.

En esa dimensión del problema, sí podemos entender que en el siglo XXI la Amazonía sea el foco de atención mundial de científicos, políticos, transnacionales de todo tipo, centros de investigación social y biológica, pasando por pensadores y filósofos que imaginan otro tipo de relación histórica de esta zona con su propia dinámica.

Y como se trata de un ecosistema integral lo que haga un país, una nacionalidad indígena, una transnacional petrolera o minera afecta o se beneficia a todo el entorno.

Sin subestimar lo que implica para el Ecuador este panorama, parece que en los conservacionistas y en los neoecologistas de acá no hay suficiente reflexión de la complejidad de estos factores. Quizá porque están comprometidos con una disputa estrictamente política. Si fuese lo contrario, la discusión de estos temas no debió ocurrir ahora sino desde hace mucho para construir y debatir una agenda continental sobre la Amazonía. ¿Por qué en Brasil, Venezuela, Colombia o Perú no nació una iniciativa parecida a la del Yasuní ITT para salvar a los no contactados? ¿Son países “depredadores” de la Amazonía porque, como dicen los neoecologistas, hay gobiernos totalitarios y absolutamente capitalistas que no piensan en el ser humano?

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